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Menos soberanía. Más murallas.

Vivimos tiempos de cambio. La dicotomía nación-Estado que ha prevalecido desde el siglo XIX comienza a erosionarse. La globalización ha puesto en cuestión el papel de los Estados nacionales de tal manera que la soberanía estatal es cada vez más difusa. La creación de estructuras supranacionales como la Unión Europea han supuesto que los Estados, no sin resistencia, hayan tenido que delegar parte de su poder. Este tipo de procesos han creado efectos contrarios. Por un lado, se han creado sociedades más plurales donde cualidades como el mestizaje se consideran valores positivos. Por otro, se han activado algunos movimientos reactivos como los movimientos populistas nacionalistas que se basan en un sentimiento nacional excluyente.

Para entender este proceso, Victoria Camps, catedrática emérita de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha analizado en su ponencia la relación entre las identidades, las naciones y los Estados. Camps ha comenzado repasando el concepto de identidad exponiendo la necesidad que tenemos las personas de contestar a la pregunta ‘¿qué y quién soy?’. Obviamente, las respuestas a esta pregunta pueden ser variadas, pero tal y como ha expuesto la ponente, “algunas de ellas nos vienen dadas (por ejemplo, el lugar donde nacemos) y, otras, por el contrario, son voluntarias o construidas”. En opinión de Camps, “de todas las posibles identidades hay dos que, desde un punto de vista social, han creado más conflicto: la religiosa y la nacional”. Hasta hace unos siglos, en Europa la identidad religiosa era completamente dominante, pero a medida que el viejo continente se ha ido secularizando, la religión ha sido sustituida por la nación.

 

En su exposición, Camps ha subrayado que “todas las identidades nacionales se construyen en referencia a un grupo étnico o a un proyecto de comunidad que puede ser real o imaginario”. Así, el nacionalismo será la ideología que convierte la identidad nacional en motivo de lucha ya que, para un nacionalista, “es básico preservar la identidad nacional” ha explicado la ponente. El problema de este tipo de pensamiento, según Camps, “es que la identidad nacional subraya en exceso la diferencia. Todo nacionalismo tiene en su base una pasión reactiva y tiene la necesidad de negar al otro para reafirmar lo propio”.

En el caso de España, Camps ha señalado que el nacionalismo español, comparado, por ejemplo, con el francés o el estadounidense, “nunca ha sido fuerte. España ha tenido un imperio, pero nunca ha creado un sentimiento nacional fuerte. Históricamente, el nacionalismo español se retroalimenta cuando crecen los nacionalismos periféricos”.

En el siglo XIX comienzan a crearse los Estados-nación. Estas nuevas estructuras artificiales acaparan todo el poder y para poder dar coherencia de este proceso se aprovecha de la identidad nacional. “Durante décadas los ciudadanos se han identificado con la nación, que por lo general (también hay naciones sin Estado), se ha estructurado en un Estado. Ahora bien, con la globalización ha aparecido una tendencia a superar el modelo de Estado actual. Debido a estos cambios, aquello que hasta ahora ha servido para identificar a las comunidades se ha ido difuminando y, en consecuencia, cada vez es más complicado construir un demos y un ethos” ha expuesto Camps. En su opinión, “cuando no existe una referencia clara, se desvanece el interés por pertenecer a un grupo. El problema al que estamos asistiendo en Europa es que cuando los Estados pierden parte de su soberanía algunas nacionalidades han optado por concentrarse en lo propio y ahí tenemos los populismos de derecha. Cuando hay una pérdida de soberanía se opta por crear murallas, sobre todo si hay que convivir con el diferente que es pobre”.

La segunda ponencia del curso ha corrido a cargo de Vicenç Navarro, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona y Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra, y Doctor Honoris Causa por las Universidades de Málaga y Lleida. Navarro ha centrado su exposición en la situación social actual del Estado español y las causas que han activado el procés catalán. En opinión de Navarro, “España tiene dos grandes problemas: tiene un gran problema social a consecuencia del deterioro de las clases populares, y tiene un problema territorial”.

Para Navarro todos los países del Sur de Europa comparten un pasado similar. “España, Portugal, Grecia e Italia tienen un pasado fascista. En el caso de España, hemos tenido la dictadura más represiva de toda Europa. Todos estos países tienen un retraso social increíble y, por lo general, son pobres. Otra característica común es la poca redistribución de la riqueza”. Según Navarro, “esta situación se mantiene porque hay unos intereses de clase muy nítidos. La clase dominante no quiere que esta situación cambie”.

Para entender el escenario actual, Navarro considera importante entender de dónde venimos. “La transición no fue un proceso modélico. El Estado actual no es una ruptura con el anterior; es una continuación y eso se puede apreciar claramente en la judicatura”. Otro elemento importante para entender la situación actual es la entrada de España en el euro. Para Navarro, “España entro en el euro de mala manera. Tuvimos que pasar de un déficit del 6 % a uno del 3 %, y eso, lógicamente vino de la mano de recortes sociales”.

Para finalizar, Navarro ha explicado las razones por las que en Cataluña existe un movimiento independentista tan importante. “España nunca ha aceptado su plurinacionalidad. Antes de que surgiera este movimiento independentista se habían puesto sobre la mesa otro tipo de propuestas y tampoco fueron aceptadas”. Navarro ha subrayado que el independentismo “es relativamente nuevo en Cataluña. Los partidos que ahora abogan por la independencia históricamente no han sido independentistas”. A la pregunta de por qué ahora ha surgido ese movimiento, Navarro considera fundamental entender lo sucedido con el Estatut. “España prohíbe elementos claves del Estatuto del 2006 que recuperaba elementos claves de la identidad catalana. Es a partir de entonces cuando el independentismo coge fuerza”.