Arqueología intermareal. Descubriendo lo que la marea oculta

De entre las diversas actuaciones que se pueden hacer en el patrimonio arqueológico, dentro de los relacionados con temas de índole marítima, están aquellos restos que se encuentran en la zona intermareal. Por su naturaleza, este patrimonio tiende a estar olvidado ya que muchas veces, o bien están semienterrados entre lodos y arenas por lo que si no se presta la suficiente atención no son muy visibles, o bien se obvian por considerarse muchas veces restos recientes de un pasado relativamente bien conocido históricamente y que además cuando está cubierto por la marea alta no se suele ver, haciendo nuevamente que sea un patrimonio casi invisible.

Sin embargo, los restos pueden ser de muchos tipos y normalmente vinculados a actuaciones marítimas. Así, embarcaciones, embarcaderos, picaderes (o picaderos), puntos de amarre, muretes de canalización, muelles de marea, rampas de astilleros, malecones, corrales o muros de pesca…, por citar algunos de los más representativos, son elementos que están presentes en las zonas intermareales de nuestros estuarios y zonas costeras afectadas por el influjo de las mareas.

Si bien algunos elementos ya han podido ser estudiados por otros (molinos de marea, astilleros…), y ciertos elementos pueden ser datados desde la segunda mitad del s. XX -algunos pueden ser mucho más antiguos-, muchos de ellos no se han tratado aplicando la metodología arqueológica de documentación de zonas intermareales.

Experiencias en otras latitudes, sobre todo dentro del orbe anglosajón, han demostrado que existe un rico y variado patrimonio, muchas veces sorprendente incluso en resultados. Una adecuada documentación arqueológica junto con investigación histórica y/o etnográfica cuando corresponda, acudiendo a documentación en archivos, fotografías de época, grabados y entrevistas orales, ayudan a tener una clara documentación de ese objeto estudio. Realizado esto, se puede valorar la importancia de tal bien para aplicar las medidas y actuaciones que se estimen oportunas respecto a protección, puesta en valor, etc.

Además, se ha de tener en cuenta que este patrimonio a pesar de su reciente datación en algunos de los objetos de estudio, tendrán una mayor datación en un lapso de tiempo no demasiado largo, momento en el que formarán parte de las dataciones arqueológicas correspondientes de edades mínimas. De este modo, una documentación adecuada ahora servirá no solo para conocer su estado sino también su evolución futura cuando ya deban formar parte por derecho propio de la categoría de patrimonio arqueológico, sin que la datación sea un elemento que los discrimine negativamente.