“Hasta ahora veías mi pitilín, ahora veis mi corazón”
<p class="rtejustify"> “La diversidad es un tesoro” ha defendido Abi Labaien, madre de Lucía, una niña trans que ha visibilizado su identidad públicamente. La jornada se ha desarrollado en un ambiente cálido y emotivo dentro del marco “Transexualidad infantil y juvenil: ¿Cómo abordarla desde los ámbitos sanitario y educativo?”. Ella es, junto a su marido, madre de “dos niños con pene y una niña con pene” y hoy ha venido a contar su historia.</p>
Lucía nació el 20 de diciembre de 2010. “Desde pequeña mostró interés por lo femenino: el color rosa, faldas y princesas. Era dulce y frágil. Nos agradó saber que, teniendo otros dos hermanos que jugaban al futbol y se peleaban, habíamos tenido un hijo con una personalidad algo diferente. Pero no le dimos mayor importancia a su conducta”.
Sin embargo, a los tres años empezó a manifestar verbalmente que “odiaba a sus compañeros” porque eran “chicos muy burros”. “Hubo una vez que me acerqué por la noche a su habitación para después descubrir que estaba llorando en silencio. Cuando le pregunté qué le pasaba, me respondió ‘no lo sé’. Fue entonces cuando Abi y su marido se dieron cuenta de que tras la conducta de Luken había algo más y que la situación se les iba “de las manos”.
Al principio se acercaron a Berdindu Familiak, donde les explicaron que su hijo era un “niño con un comportamiento no normativo”. “Nos dijeron que la identidad sexual no se establecía hasta los doce años y que la mayoría de las veces este tipo de comportamientos cesaban con el tiempo y que no había que darle más importancia”. Abi ha manifestado que en el momento sintió alivio por ver que lo que le ocurría a su hijo estaba dentro de la “normalidad”. También decidió ponerse en contacto con Chrysallis Estatal, cuando aún no existía Chrysallis Euskal Herria, donde “Aingeru Mayor escuchó su historia” y le mandó información “simplemente para estar documentada”.
No obstante, ese alivió “duró poco” porque en Navidades de 2014 Lucía, entonces Luken, le dijo a su madre que quería disfrazarse de Mari Domingi en vez de “ir de Olentzero”. “Yo estaba acostumbrada a que mi hijo se disfrazase de princesa en la calle, pero para mí que fuese de Mari Domingi era ir un paso más allá. Tenía otras connotaciones. Pero cuando fui a la escuela y su profesora me dijo que Luken había dicho en clase que quería ir de Mari Domingi, y que yo no le dejaba, me faltó tiempo para ir a comprarle la tela para hacerle un megadisfraz. Y os puedo asegurar que el 24 de diciembre fue la niña más feliz del pueblo”.
A continuación, el Día de Reyes, Abi volvió a hablar con Aingeru para explicarle la situación, y éste le contestó “quizás tenéis que haceros la idea de que tenéis una niña con pene”. “Esa fue la primera vez en la que una persona fue capaz de describir en una sola frase a nuestra hija”. Tal y como ha afirmado la madre, eso supuso “romper todos los esquemas mentales” que tenían y poner “de un plumazo patas arriba” sus vidas.
“Cuando le explicamos a Luken que existen niñas con pene y niños con vulva se le dibujó una sonrisa en la cara y se tranquilizó mucho”. Sin embargo, Abi ha apuntado que hubo algunos momentos de tensión entre sus hermanos. “Aunque ellos no se tomasen mal tener a una hermana en vez de a un hermano, a veces hubo mucho desconcierto. Nosotros optamos por el diálogo, y utilizando la metáfora del futbol, decirles ‘nosotros somos un equipo en el que, si jugamos bien todos, disfrutaremos de un partido estupendo”.
Y así fue cómo poco a poco los hermanos fueron eligiendo un nombre para Luken. “El mayor propuso Lucía, y a los demás les gustó mucho. Inmediatamente fuimos al colegio, y la profesora, un ángel caído del cielo, entendió perfectamente la urgencia de hacer el cambio de nombre”. Al principio acordaron despedirse de Luken a final de curso y comenzar en el siguiente con Lucía, pero un domingo viendo Frozen en casa, ella les dijo que ya estaba preparada para mostrarse públicamente en clase con su verdadera identidad. “Eso nos lo dijo Lucía con tan solo cuatro años. Hay que poner en valor todo el trabajo de asimilación que hizo internamente ella a solas”. Y así fue cómo se presentó diciendo “hasta ahora veíais mi pitilín, ahora veis mi corazón”.
Aingeru ofreció charlas a padres, madres y profesores acerca de la transexualidad infantil para sensibilizarlos. “Logramos cambiar la ilustración del cuerpo humano mediante el cual se enseñaba a las niñas y niños las diferentes partes del cuerpo, además de fomentar la diversidad en las aulas”. A su vez, Lucía logró ser “la menor más joven en cambiar su nombre a nivel estatal”. “Oficialmente se pedía entregar un informe psicológico de la persona para solicitar el cambio de nombre, pero tuvimos suerte y la juez consideró innecesario que una niña de cuatro años pasase por un psicólogo”.
Lo que está claro es que “Lucía lo tenía muy claro desde el principio”. Eran los demás quienes debían hacer el trabajo para “asimilarlo”. No obstante, Abi ha recalcado que perteneciendo a un pueblo tan pequeño como Alsasua, la gente mostró “gran empatía” con la situación y que sintieron “mucho apoyo en todo momento”. “Personas con las que apenas hablábamos se nos comenzaron a acercar para interesarse por nuestra situación”.
“No sabemos si en el futuro seguirá amando su cuerpo”. La madre hace una pausa al emocionarse y prosigue, “nosotros lo único que podemos hacer es apoyarlo desde el hogar. Nuestras hijas e hijos no nos pertenecen. Son un regalo que nos da la vida, pero ellas y ellos son dueñas y dueños de su cuerpo”. De momento Lucía se siente a gusto con su cuerpo “y eso es lo que importa”. “La diversidad es un tesoro. Al principio nos dio un tortazo, pero ahora lo agradezco. Sólo espero que no haya nada que borre la sonrisa de mi hija”.