“Para el año 2100 pasaremos de los actuales 6.600 millones de habitantes a 500 millones”
<p class="rtejustify"> El arquitecto Javier Cenicacelaya ha reflexionado acerca de las consecuencias del cambio climático y del papel y de la responsabilidad de las ciudades en el fenómeno en el 8º Congreso Europeo sobre Eficiencia Energética y Sostenibilidad en Arquitectura y Urbanismo y 1 Congreso de Construcción Avanzada</p>
“¿Estamos realmente preparados para lo que nos viene encima? ¿Seremos realmente capaces de solucionar tantos errores?”. Estas han sido las preguntas que ha empleado el arquitecto Javier Cenicacelaya para debatir acerca del modelo de desarrollo de las ciudades en el contexto del cambio climático.
“Debemos construir ciudades resilientes que sean capaces de hacer frente a todos los problemas que nos vienen” ha sentenciado el arquitecto. “Según el metereólogo y químico James Lovelock, en 2020 las temperaturas extremas y las sequías estarán a la orden del día. Para 2040, el Sahara se extenderá también a Europa y la vida en Pekín y Fénix (EE.UU.) será imposible por la temperatura. Esto originará hambrunas y migraciones masivas, a partir de los cuales se extenderán epidemias que matarán a muchos. La población china se trasladará muy probablemente a Rusia, lo que inevitablemente originará una guerra entre ambos países. Por otra parte, Miami se cubrirá de agua en su totalidad y Londres sufrirá grandes inundaciones. Para 2100 la población mundial habrá pasado de los actuales 6.600 millones de habitantes a unos escasos 500 millones, con la mayoría de los supervivientes viviendo en las lejanas latitudes del norte: Canadá, Islandia, Escandinavia, Alaska”.
Javier Cenicacelaya ha continuando citando a Lovelock apuntando que, según este último, “para finales de siglo, la temperatura de Europa se habrá calentado 8ºC, casi el doble que las predicciones probables del Comité Intergubernamental para el Cambio Climático, organismo aprobado por las Naciones Unidas”. Por eso, el arquitecto ha querido hacer hincapié en la “gran gravedad de la situación” y en la “extrema necesidad de tomar decisión de urgencia capital”.
“Cambiar las bombillas energéticamente eficientes no nos va a servir de nada” ha advertido. Y ha añadido que “tampoco habrá cambios en los efectos del cambio climático si recortamos las emisiones. Es demasiado tarde. Y lo que pasa por lo que se entiende como desarrollo sostenible es poco más que un escándalo para beneficiarse del desastre. La idea del desarrollo sostenible es equivocada”. El ponente ha calificado esta situación de “muy dura”, y es por eso que, Cenicacelaya, citando a Lovelock, se posiciona a favor de “la retirada sostenible” de nuestro modelo actual.
La razón que ha citado el ponente hace referencia a la “complejidad” de la sociedad. “Desde el origen de la civilización, las sociedades han ido añadiendo niveles de complejidad a medida que han ido desarrollándose. Pero hemos llegado a tal punto de complejidad opresiva, lo que comenzó siendo un sistema de control de desarrollo, ha adquirido tal volumen que nos está impidiendo actuar con eficacia y está diluyendo responsabilidades”.
En este sentido, el arquitecto ha citado el movimiento lean (“ligero” en inglés), que consiste en “simplificar los sistemas burocráticos con el fin de aligerar los procesos y “poder actuar rápido para tomar medidas a las catástrofes que nos esperan”. También ha explicado, poniendo como ejemplo la filosofía del ilustrado francés, Rosseau, la necesidad de volver a estrechar lazos con la naturaleza como medio “purificador”. “Ha habido varias propuestas urbanísticas para lograr este contacto y evitar aglomeraciones como Ciudad Lineal, pero todas ellas han fracasado al resultar insostenibles”. Por eso, ha añadido que tenemos que dotar a las ciudades de la “resiliencia” necesaria para afrontar el futuro.
“No es una serie, no es una película. Tenemos que prepararnos para terribles emergencias. Las consecuencias del cambio climático son reales e inevitables” ha insistido Cenicacelaya. “Nuestro futuro, dice Lovelock, es como el de los pasajeros que viajan en una barquita encima de las cataratas de Niagara”.