A pesar de que ahora seamos más tolerantes, todavía continuamos siendo brutalmente rígidos e intransigentes con los problemas ajenos
<p class="rtejustify"> ¿Qué hubiera pasado si…? ¿Lo habré hecho bien? ¿Me habré equivocado? ¿Y si volviera a nacer? ¿Qué haría? ¿Tendría la misma vida que he tenido hasta ahora? ¿O tomaría recorridos diferentes? La vida es un camino de indecisión y decisión. A veces sale bien, otras veces mal. A veces nos equivocamos, otras veces acertamos. Lo que sí está claro es que es impredecible y no podemos predecir lo que nos aguarda el futuro. Todas estas dudas, arrepentimientos y miedos los sufrimos todos, sin excepción alguna. Pero, ¿cómo llegamos a ser tan duros con nosotros mismos? ¿Por qué nos castigamos tanto cuando no debemos?</p>
Como bien ha preguntado al comienzo de la ponencia la escritora Espido Freire, “cuántos de nosotros nos hemos preguntado alguna vez: ¿Qué hubiera pasado si hubiese actuado de otra manera? ¿Y si no me hubiera casado con mi marido? ¿Y si me hubiese ido a vivir al extranjero? ¿Y si hubiese dicho a mis padres que quería estudiar Bellas Artes en vez de Derecho?” Todos estos “y si”-s los recordamos con incertidumbre, pero en muchas ocasiones también con nostalgia, “de algo que pudo llegar a ser pero que no fue”.
En ocasiones además, nuestra estructura social de la que vamos a ser parte en el futuro está condicionada incluso antes de nacer. “Somos los Ortiz de toda la vida, muy buena gente, los mejores panaderos de la historia”. “Ojito con los Ortiz, son unos trepas de cuidado. No son trigo limpio”. Nuestro alrededor nos juzga y una vez juzgados, nos configura nuestra manera de actuar. ¿Seré como el resto de mi familia? ¿O romperé la cadena?
Lo mismo ocurre con los cortes de pelo, minifaldas… “Si decides teñirte el pelo de azul atente a las consecuencias, porque siempre habrá alguien que te eche en cara que una vez decidiste ponerte el pelo como un pitufo, o que te diga que en su día parecías una puta por ir con minifalda”. La cuestión está en que se nos echa en cara conductas que no son vistas como actuaciones ejemplares. Pero esto no ocurre sólo con el pelo o con la forma de vestir, ocurre con todo.
¿Qué serie de valores nos manda la ciudadanía? “Venimos de una sociedad muy rígida en la que hasta ahora no se toleraban los errores. Y si los cometías, pagarías por ello durante toda tu vida. Si te divorciabas no merecías una segunda oportunidad, algo habrías hecho mal. Todo era blanco o negro. Ahora sin embargo, la sociedad continúa con esa base rígida pero da mayor libertad. Puedes hacer lo que quieras, pero si no está bien visto lo que has hecho, se te continuará recordando”. El gran foco de los errores y de los pecados de hoy en día está relacionado con el trabajo. “Si pierdes el trabajo has fracasado profesionalmente”. ¿Cómo hemos llegado a esto?
Según Freire, a pesar de que ahora seamos más tolerantes, todavía continuamos siendo brutalmente rígidos e intransigentes con los problemas ajenos. Y el problema de esto está en que la sociedad actual no nos educa a los adultos en ideología, moda, hábitos, costumbres, usos… Simplemente en lo que está y no está bien hacer. ¿Pero, quién decide lo que está y no está bien?
Para entender este fenómeno la escritora ponía como ejemplo a Juana de Arco. Ante la guerra que estaba viviendo su país contra Inglaterra, Juana creyó tener una revelación que le aseguraba que sería ella quien iba a salvar a su país. Segura de su visión, Juana intentó convencer a toda Francia de lo que había vivido. Sin embargo considerada como una bruja nadie le creyó y fue quemada en la hoguera. En esa época era inimaginable que una persona pudiese padecer una enfermedad mental, y que sus “alucinaciones” fuesen propias de la enfermedad. Lo normal era condenarla por “loca y bruja”. Pero, ¿cómo hubiésemos actuado nosotros si hubiésemos sido Juana? ¿Según su mentalidad, dónde estaba el error? ¿Qué estaba haciendo mal? “Este tipo de estudios nos muestran muy bien hasta qué punto puede llegar la mezquindad del ser humano”.
Cuando tomamos decisiones que han sido tomadas por nosotros mismos actuamos de manera más tranquila y calmada. “Me equivocaré pero habré sido yo”. Sin embargo, cuando nos equivocamos esas decisiones se convierten en las más terribles porque no tenemos a nadie para reprocharle lo ocurrido. “Nos gusta aferrarnos a que como hemos decidido nosotros, es casi imposible que podamos equivocarnos”. A su vez, cuando vivimos una situación muy dolorosa, debemos de intentar descentrarnos de ese dolor. “Cuando menos ganas hay, es cuando tenemos que intentar alejarnos de ese centro, de ese dolor”.
Y es que, la vida tiene que ver con jugar, equivocarse, explorar, investigar, aventurarse… ¿Por qué ahora me tiña el pelo de azul, mi vida va a estar predestinada de por vida? Nadie nos puede pedir más de lo que podemos dar, salvo nosotros. “Hemos venido para ser la piedra que elija con qué intensidad quiere caer al río, y con qué impacto quiere sumergirse a cada situación”.
¿Y a ti, como te gustaría que fuese tu vida si volvieses a nacer?