“El Acompañamiento Social nunca debe olvidar que las personas en situación o riesgo de exclusión tienen derechos”
El término Acompañamiento Social ha sido muy utilizado en los últimos años en el contexto de la intervención social, y ha dado cabida, a falta de una definición precisa, a un conjunto de diversas metodologías y técnicas de intervención, habiéndose convertido de algún modo ya en un lugar común.
Partiendo de esta perspectiva, a propuesta de Red Navarra de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión y fruto de la discusión entre profesionales del ámbito público y del Tercer Sector, se elaboró un manual denominado “El Acompañamiento Social como método de intervención en los procesos de inclusión”, que hoy han presentado, Beatriz Zugasti y Javier Arza profesores del Departamento de Trabajo social de la UPNA en el curso sobre “Modelos de intervención en exclusión social”.
Se apuesta por un Acompañamiento transversal para salvaguardar el núcleo de los derechos sociales y no debe ocultar la responsabilidad colectiva y las causas estructurales sobre la exclusión.
El acompañamiento se concibe como derecho, entendiendo que la intervención nunca debe olvidar que las personas en situación o riesgo de exclusión tienen derechos, y que hasta en las situaciones más complicadas y de fuerte exclusión, el objetivo y al mismo tiempo el mandato ético es ayudar a las personas a mantener la capacidad de elección y decisión.
Ponen el énfasis de la intervención en las potencialidades y las capacidades de las personas, no sólo en los problemas y carencias. Se debe dirigir hacia el empoderamiento personal y debe tener el principio de autonomía como guía de intervención. Se debe entender también la reducción de daños como meta a tener en cuenta. Debe incorporar perspectiva de género en todas sus fases, considerando sistemáticamente las posibles diferencias en cuanto a las necesidades de mujeres y hombres, y sus diversos puntos de partida.
Beatriz Zugasti y Javier Arza recordaban también que se trata de una metodología que requiere de unos tiempos y una intensidad mínima, y por lo tanto, de unos servicios que permitan a las profesionales unos ratios de atención razonables.
“El acompañamiento social que proponemos puede ser una respuesta a alguna de las perversiones que desde hace años limitan las posibilidades de acción del Trabajo Social (entendido en sentido genérico y no únicamente como disciplina). Nos referimos a prácticas como la tendencia a la especialización, que llega a convertirse en fragmentacionismo de la integralidad del individuo; la tendencia a colocar el protocolo como centro de la intervención, sustituyendo así a la persona por el protocolismo; la concepción del o de la profesional como el que más sabe o como el único que sabe, dificultando a través del expertismo la participación de las personas; la consideración del espacio/tiempo profesional como el único en el que se puede trabajar, por lo que el despachismo evita que trabajemos en espacios no institucionales o en otro tipo de franjas horarias. La relación individuo-profesional como el único tipo de intervención posible, haciendo así que el individualismo tape las posibilidades del trabajo grupal y comunitario. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el desarrollo del acompañamiento social también se verá dificultado por esta cultura tan asentada en nuestras organizaciones y prácticas profesionales.
Nuestro manual concluye con un apartado en el que se plantea la siguiente pregunta: ¿Quién acompaña al que acompaña? En ese sentido, proponemos la supervisión y la formación continua como espacios imprescindibles para el cuidado personal y para la mejora de las competencias. Una supervisión y una formación que debe abordar también el trabajo personal del o de la profesional. Un trabajo personal que, especialmente para el acompañamiento social, no debe ser opcional sino obligatorio.