Josune Carramiñana: “La mujer presa está doblemente estigmatizada"
La educadora analiza las dificultades de las mujeres durante la reinserción en el País Vasco.
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Josue Carramiñana, educadora y responsable del piso de acogida para mujeres presas, ofreció una ponencia el lunes 15 de julio en el Palacio Miramar de San Sebastián. Durante su intervención, abordó los avances y desafíos en la gestión penitenciaria del País Vasco desde que el Gobierno Vasco asumió la competencia en 2021. Carramiñana destacó la labor realizada en los pisos de acogida para mujeres presas y penadas en Vitoria-Gasteiz, resaltando la importancia de la reinserción social y la necesidad de sensibilizar a la sociedad sobre la realidad de las personas en prisión.
¿Qué avances se han logrado desde que el Gobierno Vasco asumió la gestión penitenciaria en 2021?
En principio es poco tiempo para hablar de cambios, porque al final asumir una transferencia penitenciaria lleva mucho tiempo y hay que cambiar muchísimas cosas. De momento las mujeres siguen tal y como están, en dos módulos en el Centro Penitenciario de Zaballa, que es el módulo de respeto y el otro módulo que es el conflictivo. Y luego en la cárcel de Martutene también hay un módulo pequeño para mujeres.
Los cambios se tienen que ir viendo. Si es verdad que hemos notado que hay más salidas para cumplir medidas alternativas de prisión, salidas en tercer grado o con control telemático, que es el artículo 86.4, pero nosotras siempre creemos que pueden salir más de las que están.
Eres responsable de pisos de acogida, ¿podrías explicar un poco qué trabajo haces ahí?
Nosotras gestionamos el piso de acogida para mujeres presas y penadas en Vitoria-Gasteiz desde el año 1996. Siempre ha sido un piso en comunidad de colaboración con la Diputación Foral de Álava y actualmente, al asumir la transferencia penitenciaria, tenemos una subvención del Gobierno Vasco. En este piso hay unas plazas residenciales y otras plazas de centro de día o recurso de atención diurna. Y lo que hacemos es empezar el proceso de la reinserción.
Se trata de que este piso sea un puente entre la cárcel y la libertad para empezar con ese proceso de reinserción. Y vienen mujeres, sobre todo la gran mayoría, son mujeres que vienen con control telemático, el control que ponen en la pierna, en el pie. Y empezamos ahí con ese proceso que abarca, en ese proyecto trabajamos todos los ámbitos. Desde sus dificultades y capacidades empezamos a trabajar objetivos en todos los ámbitos, en el laboral, personal, penal, formativo laboral, salud.
También vienen mujeres en permiso, para disfrutar sus permisos de segundo grado así como mujeres en libertad condicional, que es una suspensión de condena, pero suelen estar también con nosotras. Están también las que recoge el artículo 100.2, que es cuando ellas están en el segundo grado dentro de prisión, pero tienen la posibilidad de salir diariamente a formarse en la calle o a trabajar. Y luego hacemos seguimientos de alguna mujer que se va del recurso, para no dejarlas, y a veces hay un desamparo con estas mujeres que no saben cómo moverse o cómo seguir la vida en la calle, pues hacemos también seguimientos, depende de cada persona, porque tratamos a estas mujeres siempre de forma individualizada, con cada perfil, cada característica y problemática.
¿Cuál es el mayor desafío que encuentran estas personas, tanto al entrar como al salir de la cárcel?
Nosotras siempre decimos que la salida es lo más duro de la prisión. La entrada es muy dura porque dejas a tu familia fuera, como por ejemplo a tus hijas o hijos. Se rompen procesos vitales, personas que tienen que dejar su trabajo, casa, etc. Y muchas veces nosotras somos el principal motor de una casa, como más o el principal sostén. Tienen muchísimas dificultades, si empiezo, no paro, pero lo peor siempre es la salida de la prisión.
La salida, volver a recuperar el rol de madre, volver a empezar a buscar trabajo, a buscarte una casa, o la mala suerte de quererte quedar, por ejemplo, en Vitoria. Muchas quieren volver a empezar una vida desde cero, pero, Vitoria o el País Vasco, no te ofrece una vivienda porque no hay viviendas de alquiler.
Sí suelen encontrar trabajo, pero a veces también el no haber trabajado y no haber tenido esos hábitos de esfuerzo, de habilidades laborales, hace que muchas veces no puedan mantener ese puesto. O que, si salen y no pueden empezar una nueva vida desde cero, en Gasteiz tengan que volver con la misma pareja maltratadora o con el mismo entorno empobrecido de pocas oportunidades. La salida a veces es muy, muy complicada.
Esto no pasa a todas las mujeres, no quiero generalizar, pero sí a muchas. Es que no hay oportunidades, no hay unos programas específicos que te ayuden cuando has salido de la cárcel y volvemos a empezar de nuevo, porque por desgracia hay personas, hombres y mujeres, que necesitan un sostén, un apoyo educativo o multidisciplinar para toda la vida, para sostenerles y que no empiecen otra vez con el delito.
Hay como un estigma hacia ese tipo de personas. ¿Qué le dirías a las sociedades para que cambien esa perspectiva?
Partimos de que la mujer presa está doblemente estigmatizada, no es lo mismo un hombre que cumple condenas que una mujer. La mujer está doble o triplemente estigmatizada, es una mujer mala y encima delincuente. ¿Qué percibe la sociedad? Que esa mujer ha cometido un delito y que ha abandonado a la familia, es un sentimiento muy castrante.
Hay que sensibilizar a la sociedad de lo que realmente hay en prisión, de las personas que realmente hay en prisión, que muchas están por pobreza y en el caso de las mujeres, muchas de ellas lo que hacen es cometer un delito, pero por lo general el objetivo es para mantener a la familia.
A la sociedad le diría que en la cárcel no solo hay violadores, hay asesinos, asesinas, hay más gente. Y es un 80% de esta gente con enfermedades, pobres, con adicciones y que hay que dar oportunidad. Sensibilizar, no hacernos solo eco de lo que nos dicen los medios de comunicación, porque no es real.
¿Te gustaría añadir algo más?
Debemos visibilizar al colectivo de mujeres y conocer su realidad y dar una oportunidad de reinserción a hombres y mujeres en nuestra sociedad. Porque al final estos hombres y mujeres que están presos llegan a la cárcel por unas condiciones, unas características de vida, una mala suerte de nacer en un entorno más empobrecido o no tener la misma suerte que tenemos nosotras. Es por eso hay que dar oportunidades, porque son parte de nuestra ciudadanía y al final si les damos esas oportunidades cuando salen de prisión y promovemos más políticas sociales de intervención y de prevención, lo que estamos haciendo también es que haya más seguridad ciudadana. Oportunidades, nada más.