Lo que no vale es decir que seguimos adelante y aquí no ha pasado nada. Tenemos heridas psicológicas que tienen que cicatrizar
El peor escenario sería lamentarse de cómo han transcurrido los meses desde marzo de 2020 hasta ahora y no preguntarnos cuando supuestamente salgamos de la pandemia ¿Y ahora qué?.
Tenemos que sacar los impactos psicológicos de la pandemia del terreo de la psicopatología porque nos está haciendo vivir en la falsa dicotomía de estar estupendamente porque eres muy fuerte o estar enfermo porque lo llevas mal cuando en realidad estamos viviendo una realidad de impactos múltiples. Todas las personas hemos tenido muchos impactos psicológicos: el miedo a una enfermedad contagiosa, confinamiento, pérdidas económicas… otras personas incluso han sufrido la pérdida de algún ser querido, han podido estar ingresadas en la UCI, se han podido sentir responsables de contagiar a alguien… Son impactos añadidos que han llegado como las olas de la Covid en curvas de malestar. Así lo señalaba Ingeborg Porcar, directora técnica de la Unidad de Crisis de Barcelona UTCCB en el curso sobre ¿Cómo construir resiliencia en tiempos de coronavirus?.
“Los impactos no son distintos, se puede haber pasado más o menos, haber sufrido la enfermedad sin casi afectación y en cambio haber perdido el empleo o haber sufrido todos los impactos negativos posibles. La realidad es que existen múltiples impactos y muy alargados en el tiempo, pero son los mismos entre todas las personas”.
Llegan con las olas de la enfermedad y oscilamos entre los intentos de recuperarnos para poder caer ante un segundo o tercer impacto. Ingeborg Porcar no deja de recordar que el término Resiliencia viene del mundo de la física y no es más ni nada menos que la capacidad de un material de volver a su estado original tras una presión fuerte. El material menos resiliente es la roca porque ante una determinada presión se rompe y nunca vuelve a su estado original. En términos psicológicos hablamos de traumas. Tras la segunda guerra mundial y sobre todo tras la guerra de Vietnam se estudió detenidamente y se calificó la resiliencia como la capacidad de superar una crisis o un trauma con las menores secuelas posibles.
Algo que sólo se puede conseguir entendiendo “cómo nos ha afectado y sobre todo entender qué cosas nos ayudan a recuperarnos”.
“La buena noticia sobre la resiliencia es que podemos tener una capacidad natural por nuestra manera de ser y se puede potenciar. La mala noticia es que puedes disminuirla e incluso anularla”.
Es necesario entender para cada uno mismo cuales son los factores que nos van a facilitar esa resiliencia en función de las circunstancias, cuales no nos van a servir y sobre todo qué conductas nos pueden ayudar. El desconocimiento nos puede llevar a situaciones poco saludables. “A eso se le llama psicoeducación, es decir entender qué nos afecta y por qué nos afecta. Tenemos mecanismos ancestrales cono la gestión de los peligros que con una buena información nos puede dar a entender por qué nos encontramos como nos encontramos.”
Todos podemos tener sentido común y hemos podido vivir otras situaciones de riesgo, pero no se puede dejar al azar la realidad de las personas, necesitan una serie de herramientas. Herramientas que no tienen que ser siempre facilitadas por un psicólogo. “Los buenos modelos de prevención psicológica en situaciones como la pandémica contemplan la labor del trabajo comunitario en el que cada uno de los niveles de atención sea primaria, enfermería, psicología y especialistas en trauma, se encarguen de las distintas realidades sociales. Hay labores que pueden realizar los maestros y maestras, los trabajadores sociales etc. que pueden captar a las personas con riesgo especial.
Los especialistas en situaciones traumáticas no podemos llegar a todas las casas. Ni podemos ni sería conveniente. Lo que tenemos que asegurar es que todo el que necesite reciba una información general de calidad y que tengan mecanismos sencillos. Hay personas que con herramientas sencillas van a poder recuperarse de forma espontánea y otras no. Hay un 30-35% de la población que se van a recuperar en función de que se les dé las herramientas suficientes por parte de la atención primaria.
En la labor del tratamiento terapéutico que supone la acción comunitaria, no podemos olvidarnos, que los clubs de jubilados, clubes deportivos o sociedades de todo tipo y el deporte escolar han estado cerrados . Ingeborg Porcar no tiene duda que este hecho ha de ser compensado y apelaba a autoridades como las educativas o alcaldías para poner en marcha “cosas que puedan compensar esos défitis. Lo que no vale es no hacer nada. En su medida, esos responsables tienen que establecer una jerarquía de necesidades. Eso sería gestionar una crisis.
“El peor escenario sería lamentarse de cómo han transcurrido los meses desde marzo de 2020 hasta ahora y no preguntarnos cuando supuestamente salgamos de la pandemia ¿Y ahora qué?”.
“Tenemos que hacer un balance de daños. Daños que han sido inevitables, pero ¿Qué vamos a hacer con los adolescentes que han estado 14 meses con esa falta de contactos ¿nada? Tendremos que mirar a las personas que han desarrollado comportamientos fóbicos, la adicción a las pantallas etc. “No podemos pasar la página sin leer. Las personas que trabajen con esos jubilados o los que tienen una visión tan especial en el deporte escolar, tienen que tener las herramientas suficientes y una mínima información para detectar a las personas que sí van a necesitar una atención sicológica especializada. Lo que o vale es decir que seguimos adelante y aquí no ha pasado nada. Tenemos heridas que tienen que cicatrizar”.
Las heridas que no se curan se infectan y no podemos permitir que la ansiedad o la depresión sigan agrandándose por no hacer nada.