Otra Economía está en marcha: limitaciones en las inversiones socialmente responsables
“Si seguimos estudiando la economía como lo hemos hecho hasta ahora, no podemos pretender que quien vaya a dirigir una empresa dentro de 10 años tenga asumidos valores como la sostenibilidad y la responsabilidad social”. Una planta eólica construida con dinero proveniente del petróleo ¿Podemos decir que es un negocio verde?
Las finanzas sostenibles son aquellas que además de rentabilidad económica, persiguen un desarrollo más equilibrado (económica, social y medioambientalmente); y una de sus tipologías son las ISR o Inversiones Socialmente Responsables. Ahora bien, ¿todo lo que se anuncia bajo el paraguas de la sostenibilidad es realmente responsable? Estas y otras reflexiones en torno a la sostenibilidad y la ética en las inversiones, se pusieron de manifiesto en la ponencia impartida en el curso “Otra economía está en marcha” de los Cursos de Verano de la UPV/EHU, por Gloria González, miembro del área de RSC e inversiones éticas de Economistas sin Fronteras (EsF).
Y es que, ¿la sostenibilidad es tan verde como parece? En 2018 la Comisión Europea aprobó el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles, con el objetivo de alinear las políticas públicas y los mercados financieros para reorientar los flujos de capital hacia el desarrollo sostenible. De las 10 acciones en las que se articula el Plan, solo las tres primeras están en marcha, siendo la más conocida la Taxonomía, herramienta cuyo objetivo es ayudar a los inversores a comprender si una actividad económica es ambientalmente sostenible (economía verde). En definitiva, busca establecer un lenguaje común entre inversores, emisores, legisladores y empresas, que contribuya a aumentar la confianza en que efectivamente las inversiones verdes cumplen con unos principios y estándares ambientales sólidos y transparentes. Sin embargo, a pesar de los avances que se están realizando en el sector, dichas medidas presentan limitaciones. Por ejemplo, si bien la industria cementera es conocida por la intensidad de sus emisiones de CO2 a la atmósfera, aplicando la Taxonomía, invertir en una empresa de dicha industria podría considerarse “verde” siempre que no sobrepasara un determinado ratio de emisiones; lo que para EsF, no se corresponde con la definición de “empresa verde”.
Otra limitación, hablando de sostenibilidad es el nuevo nicho de mercado que se sigue creando para seguir consumiendo. “En realidad lo que necesita nuestro sistema económico es decrecer, consumir a otro ritmo. ¿Se apuesta por la sostenibilidad real del planeta o se crea un nuevo nicho de mercado para consumir de forma diferente, pero, en definitiva, seguir consumiendo?”
Tradicionalmente el crecimiento se ha asociado a desarrollo y hemos entendido el desarrollo a cualquier precio. “Crecer ha estado siempre asociado a éxito y a mayor poder. Las finanzas sostenibles buscan un crecimiento sostenible, que se diferencia del que no lo es, por no poner en riesgo la vida actual ni la de generaciones futuras”. Si crecemos a base de acabar con los recursos del planeta no podemos hablar de sostenibilidad. “Quizá por eso da miedo la palabra decrecer, porque implica consumir menos y vivir de otra manera.”
Pero lo tendremos que hacer sí o sí, pues el Planeta está dando señales de que sus recursos se agotan. “Más nos valdría convencernos de que tenemos que reducir el consumo de agua sin tener que llegar a obligados cortes de suministro”.
El planteamiento teórico sobre el cambio en el sistema está asumido, pero viene a pasar lo mismo que cuando hablamos de igualdad. Una cosa es la igualdad formal y otra la real. La formal existe, está en las leyes, pero la que se vive en la calle es bastante diferente. En materia de medioambiente ocurre lo mismo, “claramente hay una evolución normativa comparada con la situación hace un par de décadas, pero para algunas grandes empresas, incumplir las leyes y asumir las correspondientes sanciones sale económicamente más rentable que respetar las normas”.
La pregunta es ¿tenemos que ir a un modelo que sancione más o a otro donde la formación y la educación esté mucho más presente? Dado que por definición la responsabilidad social es voluntaria, hay todo un debate sobre si ésta debe regularse o es algo que tiene que emanar de las propias organizaciones empresariales. A juicio de Gloria González “Es un mix entre la existencia de un soporte normativo y un trabajo de base desde la escuela y la formación de los distintos actores sociales, incluyendo las empresas”.
En torno a las diferencias existentes en el tejido empresarial, dada la globalidad en la que vivimos, Gloria González recordaba que las grandes corporaciones (muchas con más capacidad que algunos Estados), tienen poder para salir muy bien paradas en los ranking de sostenibilidad porque cuentan con abundantes recursos destinados a financiar campañas de marketing o para diseñar vistosas memorias de sostenibilidad, cayendo en la conocida práctica del greenwashing, mientras las pequeñas lo pueden estar haciendo mucho mejor y sin embargo desconocemos su labor, dada su falta de recursos para darla a conocer. Sería el ejemplo de las Volkswagen y su engaño con la emisión de sus motores.
Por otro lado, Gloria González no deja de apreciar el valor del activismo social. Tiene sus frutos a pesar de todo lo que queda por hacer. En España la Ley de Información No Financiera, aprobada en 2018, obliga a las empresas a partir de un número determinado de trabajadores o a partir de determinada facturación a rendir cuentas no sólo de sus aspectos financieros, sino también de los no financieros. Es una de las más avanzadas de Europa y por la que las empresas comienzan a dar cuenta de cómo gestionan cuestiones como los derechos laborales, los derechos humanos, su fiscalidad o su gestión ambiental.
Para Economistas sin Fronteras, la organización que dirige este Curso de Verano, “si seguimos estudiando la economía como lo hemos hecho hasta ahora, no podemos pretender que quien vaya a dirigir una empresa dentro de 10 años tenga asumidos valores como la sostenibilidad y la responsabilidad social. Por eso es necesario incorporar esta perspectiva desde la escuela”.
En el Curso de Verano también se habló de qué cuestiones ha de tener en cuenta el pequeño inversor no experto en productos ISR (conocer qué fondos ISR comercializa el banco; tener claro mi nivel de aversión al riesgo y saber si el fondo es de renta fija o variable. ¿Están alineada mi postura ante el riesgo y las características del fondo?; saber si el fondo tiene comité ético. Confirmar si es un fondo socialmente responsable o si es solidario y qué estrategias aplica el fondo a la hora de invertir); cómo las empresas han de tener en cuenta los criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Buen Gobierno) en sus prácticas y en las inversiones; la importancia dentro de estos criterios de aspectos como el respeto al medio ambiente, a las políticas de igualdad y derechos laborales, el buen gobierno, políticas anti-corrupción, o la fiscalidad responsable, teniendo presente la diferencia entre elusión y evasión fiscal, y los entramados de las empresas offshore, porque “lo que no tributas en tu país, repercute en sus servicios públicos”.
Asimismo, se abordaron cuestiones como la importancia de las cadenas de suministro, la trazabilidad de los recursos, o la importancia de la procedencia del dinero que se canaliza hacia los fondos de inversión, para después plantear situaciones a los/as asistentes como: si haces camisetas de algodón procedente te un proveedor que explota a su comunidad en otro país del mundo, ¿eres sostenible?; una petrolera que cambia de línea de negocio construyendo una planta eólica con dinero proveniente del petróleo, ¿podemos decir que es un negocio verde?
Con todo ello, se puso de manifiesto que, para avanzar en materia de sostenibilidad, y en concreto en temas medioambientales, se necesita una transición energética y la implicación de los distintos agentes socio-económicos y dotación de medios para poder hacerla. Economistas sin Fronteras defiende como ideal el modelo de la economía social y solidaria siendo conscientes de que partimos de una realidad eminentemente consumista y capitalista. Y es que la transformación, a pesar de ser muy costosa en términos de recursos de todo tipo y de tiempo, ya está en marcha.