La pérdida de un centímetro de suelo equivale a dilapidar unos 800 años de lento trabajo de la naturaleza
La desertificación no consiste en la expansión o avance de los desiertos, si no en un mal uso del territorio termina por desfigurar el paisaje y hace que recuerde a un desierto.
Javier Martínez Valderrama, miembro de la Estación Experimental Zonas áridas del CSIC dirige el curso “Son nuestras sociedades sostenibles? Gestión del Agua y Desertificación en un contexto de Cambio Global” que se va a celebrar del 9 al 11 de septiembre en el Palacio Miramar. Considera que “la lucha contra la desertificación prima los esfuerzos preventivos por encima de las estrategias de mitigación. Ello es debido a que una vez que el problema se ha desencadenado, los servicios ecológicos básicos se ven gravemente afectados y reponerlos resulta sumamente complejo y caro.
Un ejemplo puede ayudarnos a entenderlo: la pérdida de un centímetro de suelo equivale a dilapidar unos 800 años de lento trabajo de la naturaleza y, como puede deducirse fácilmente, devolver el suelo a su estado original en unos pocos años no es una tarea sencilla.
Sin embargo, para atajar el problema en aquellas regiones ya afectadas, es importante considerar la protección y regeneración de dos ingredientes básicos: agua y suelo. La reforestación con especies propias de las zonas áridas ayuda en ambos casos. Por un lado, la cubierta vegetal protege al suelo frente a la erosión; por otro la consolidación de biomasa reestablece el balance hídrico aglutinando vida a su alrededor. Estas islas de fertilidad son los ejes sobre los que se podrá regenerar el ecosistema.
Es importante, en este contexto, señalar que ciertas políticas de reforestación que tienen por objeto ‘parar el desierto’, están abocadas al fracaso. En efecto, el uso de especies de crecimiento rápido al borde de desiertos obliga a utilizar los acuíferos de la zona, provocando su declive. Además, la desertificación no consiste en la expansión o avance de los desiertos, si no en un mal uso del territorio termina por desfigurar el paisaje y hace que recuerde a un desierto.
Desactivar las políticas o prácticas que dieron lugar a esos cambios en el uso del suelo es la verdadera lucha contra la desertificación.