Revisando a Ignacio Zuloaga: su pintura y su tiempo en los 150 años de su nacimiento
El pintor Ignacio Zuloaga nació en Eibar el 26 de julio de 1870. Se cumplen por tanto 150 años de su nacimiento, y este puede ser un buen momento para revisitar su obra, revisar su interpretación y aportar novedades al estudio de su trayectoria, tanto personal como artística.
Empecemos por la propia villa armera, Eibar, lugar de origen de su familia, que se dedicaba desde varias generaciones atrás al arte del damasquinado. Nos situamos en los primeros años de la industrialización vasca y de la aparición de las ideologías modernas que, en el caso eibarrés, fue el socialismo. En la casa familiar de Kontadorekua un joven Ignacio se imbuyó del mundo del arte. Aquí fue también donde pintó su primera obra, El Ciego de Arrate, con tan solo 16 años. La elección del tema, un tema social, no fue casualidad, y comenzó una tendencia que le acompañaría a lo largo de toda su vida, la elección de temáticas relacionadas con pobres, marginales y tullidos, mostrándolos siempre de un modo dignificado. Zuloaga salió de Eibar, marchó a Roma y después a París, donde se imbuyó de las vanguardias artísticas de la época, y donde comenzó a forjar su nombre. Al poco, en 1892, marchó a Andalucía, donde entró en contacto con un colectivo que marcaría hondamente su carrera artística, los gitanos. De hecho, sus lazos con este grupo le ayudaron a imbuirse en el caló y en sus códigos culturales, y pintó numerosos cuadros de temática gitana en una España que los marginaba.
No tenemos que perder de vista el contexto histórico en que nos situamos, en pleno auge del capitalismo liberal, cuya idea de progreso responsabilizaba a las clases populares de su pobreza sin tener en cuenta las causas sociales de la misma. Es también el momento en que en España ocurre lo que se llama “el desastre del 98”, cuando se perdieron las últimas colonias de Cuba y Filipinas. Tras este hecho, apareció toda una generación de intelectuales que querían reformar España. El posicionamiento artístico de Zuloaga, que seguía mostrando la pobreza, la marginalidad y la sordidez de muchos ciudadanos, le valió la acusación de avergonzar a España en el extranjero, y dio lugar a lo que se ha conocido como la “cuestión Zuloaga”.
A pesar de asentarse largas temporadas en Francia, Zuloaga siempre mantuvo sus lazos con el País Vasco. De hecho, mandó construir en 1913 una casa en un arenal en Zumaia, en la desembocadura del Urola, conocida como Santiago Echea. De estilo neovasco y con impresionantes vistas al mar, este lugar se convirtió no solamente en una joya de arte en sí misma, sino en un lugar de encuentro de la intelectualidad de la época.
La conciencia social de Zuloaga no solamente la plasmó a través de sus cuadros, sino también a través de sus acciones. A lo largo de su vida llevó a cabo numerosas iniciativas sociales como la recaudación de dinero para las clases desfavorecidas. Ejemplo de ello fueron los años de la Primera Guerra Mundial, cuando Zuloaga protagonizó una anécdota en su Eibar natal, al pedir a los obreros que dieran un día de sueldo para los huérfanos de guerra franceses, e ir con el alcalde eibarres y otros representantes a París a entregar la suma obtenida.