Si las víctimas se sintieran arropadas por la sociedad, denunciarían más
“Las víctimas se sienten cuestionadas, culpabilizadas y no entendidas, lo que genera una desconfianza, una frustración, una desconfianza en el sistema”
Según el concepto de Víctima ideal propuesto por el criminólogo abolicionista Nils Christie en 1986, y muy estudiado en victimología, la víctima tiene que reunir tres características. Tiene que ser percibida como vulnerable, totalmente inocente y gozar de cierta respetabilidad social. “En la medida que no responda a esas circunstancias se le va a ver de otra manera, como fuera de los cánones. No se le va a reconocer totalmente la condición de víctima” Una víctima no vulnerable sería la persona que se enfrenta a su agresor. A una víctima sin esa respetabilidad social como por ejemplo una prostituta, o promiscua o drogodependiente tampoco se le reconoce como víctima. El problema para la investigadora del Instituto Vasco de Criminología Gema Varona es que este arquetipo se maneja por los medios de comunicación, la sociedad e incluso por los operadores jurídicos y favorece la victimización secundaria, revictimización de la persona. Y la verdad es que las víctimas ideales apenas existen. Todos nos salimos en una medida u otra de esos parámetros.
“Las víctimas se sienten cuestionadas, culpabilizadas y no entendidas, lo que genera una desconfianza, una frustración, una desconfianza en el sistema”
En referencia a la víctima de “la manada” Gema Varona, se le ha cuestionado su vulnerabilidad, se le ha cuestionado su respetabilidad social (a estas alturas del siglo). “El concepto de honestidad de la mujer ha estado ligado a los delitos contra la libertad sexual en el código penal hasta los años 80. Aunque haya cambiado, a nadie se nos escapa que ese poso cultural en lo jurídico y en lo social permanece. Los operadores jurídicos y toda la sociedad seguimos utilizando estereotipos. Hay una responsabilidad también por parte del legislador a la hora de codificar.”
En nuestra sociedad todos hemos oído comentarios que de alguna manera provoca una victimización secundaria. “Tras el delito, aunque sea de manera involuntaria, la víctima percibe ese daño. Sea desde los medios de comunicación, los operadores jurídicos, sus vecinos o la sociedad en general, lo que le provoca una sensación de culpabilidad”.
Por si no fuera poco, tiene implicaciones a la hora de relatar su propio testimonio. Esta estudiado en victimología que cuando la víctima esta relatando lo que le ha ocurrido ve ciertos gestos u oye preguntas como ¿qué hacías allí? ¿qué hacías con esa persona?, las víctimas tienden a modular su discurso lo que puede llevar a un cuestionamiento de su testimonio por incongruente.
A juicio de Gema Varona “en los delitos sexuales esto es especialmente grave porque al final, se producen es un escenario de opacidad y la defensa de las personas acusadas va a intentar a cuestionar la versión de la víctima. Es muy duro porque lleva a muchas víctimas a no denunciar.”
Con el caso de la manada ya hemos visto que es necesario matizar la idea de “consentimiento” Parece que el legislador quiere reformarlo. “Es importante también una sensibilización social para estar junto a las víctimas. Muchas veces las víctimas no denuncian porque se meten en una vía crucis. Un vía crucis en el que se ven cuestionadas por los operadores jurídicos pero también por la sociedad en general. A veces por su propia familia. Tenemos que ser conscientes de lo que supone una agresión sexual, las pautas de comportamiento de una víctima de agresión sexual. Sólo hasta que se las oye se entiende lo que dicen o hacen y como se sienten absolutamente abandonadas por todos. Si las víctimas se sintieran arropadas por la sociedad, denunciarían más.