“Tenemos que pensar más en la persona enferma que en el tumor”
“La Medicina Integrativa ha estado con nosotros toda la vida, sólo que la llamábamos de otra manera. Tratamientos a base de infusiones, cataplasmas, zumos, hierbas… han sido habituales” ha comenzado su ponencia el doctor Pere Gascón, consultor senior del Departamento de Hematología-Oncología en el Hospital Clínic de Barcelona.
En el norte de España hay mucha tradición de tratar las enfermedades con antiguas recetas heredadas de nuestros antepasados, de cuando no existían los antibióticos. Limón y miel era el remedio para las anginas, vahos de eucalipto para el catarro…, hoy se combina la medicina tradicional con los remedios caseros, incluso en tratamientos contra el cáncer.
No hay estudios científicos que avalen la eficacia de estos remedios “naturales”, pero eso no quiere decir que no tengan sus efectos. Y cuando hablamos de tratamiento oncológico es primordial tener en cuenta la interacción con los mismos, ya que pueden disminuir la efectividad de los medicamentos o aumentar su toxicidad.
Ante esta falta de conocimiento científico, una gran parte de profesionales rechaza las terapias alternativas y, como consecuencia, muchos pacientes ocultan información a su médico. No confiar en el profesional que nos trata un cáncer es muy peligroso. “Si ocultamos información nuestro médico no sabrá porqué reaccionamos de una manera o de otra ante el tratamiento”.
El doctor Gascón aboga por que los colegios y asociaciones profesionales elaboren una guía de productos habituales en la Medicina Integrativa. “Que se hagan comisiones para el estudio de cuarenta productos, o por lo menos de cinco, pero que los estudien y divulguen los resultados para construir una base científica que sirva de apoyo tanto a profesionales como a pacientes. Así evitaríamos la ansiedad que les provoca a ciertas personas el hecho de tener que elegir entre dos tipos de tratamiento”.
La comunidad científica y la red política han comenzado una cruzada contra las terapias alternativas provocada, entre otros factores, por ciertos casos mediáticos en los que el abandono de la medicina a favor de otras alternativas pseudocientíficas ha derivado en la muerte de la persona diagnosticada de cáncer. Esta lucha, sin embargo, coloca en el mismo “cajón de sastre” a todas las terapias, cuando de todas ellas algunas son más válidas que otras, y algunas más son solo “material para curanderos y charlatanes, que no dudan en recomendar abandonar el tratamiento oncológico para someterse a diferentes prácticas que más tienen que ver con la magia que con la salud”, ha advertido este experto en oncología.
Estos embaucadores llegan a decir que curan el cáncer y eso pone en grave peligro al paciente que se lo crea. Hay terapias que mejoran los resultados del tratamiento, o que reducen los efectos secundarios con lo que ya están mejorando la calidad de vida de esa persona enferma, pero por sí solos estas terapias NO curan el cáncer.
Una de las terapias que ayudan a paliar los efectos de un tratamiento contra el cáncer, como por ejemplo la radioterapia, es la acupuntura. A pesar de ser una técnica todavía en entredicho en nuestro país, hay evidencias científicas de que ayuda a paliar los efectos secundarios de la radioterapia. “Pero es primordial acudir a un profesional de prestigio, no dejarse engañar con curanderos que no tienen la debida formación”, ha puntualizado el doctor Gascón.
El cannabis y su probada capacidad para paliar los efectos secundarios de la quimioterapia es otra de las terapias que deberían estudiarse con rigor científico para sacarlo de ese cajón de sastre y darle el lugar que le corresponde. “Aunque fumarse un porro antes de la sesión de quimio y otro después le puede ayudar a una persona que ya era fumadora, ¿qué pasa con el resto?, ¿dónde lo compran?, ¿cómo se lo toman?, ¿en qué cantidad?”; aunque ya se ha desarrollado su alternativa sintética, la realidad es que apenas se receta por culpa de las trabas burocráticas que tienen los profesionales para prescribirla. Además, solo se puede indicar en los casos en que ya se ha demostrado que los demás fármacos no funcionan, y para entonces el tratamiento ya está muy avanzado.
Cada persona tiene “su” cáncer y todos los esfuerzos tienen que ir dirigidos a la mejor calidad de vida, tiene que ser la prioridad en el tratamiento. Cuando hay esperanza de salvar la vida es éticamente razonable que reciba una cantidad elevada de quimioterapia tóxica, “apretar la maquinaria cuando la finalidad es la cura está bien, hay que jugárselo todo a una carta, pero siempre hay que centrarse en la persona antes que en el tumor”.