A través de las emociones los padres pueden conectar con el lado racional de sus hijos/as
“La infancia marca pero no enmarca” con esta frase ha comenzado su intervención José Manuel Morell Parera, psicólogo especialista en Psicología clínica y director de la Escuela Nacional de Formación de Aldeas Infantiles SOS España, en el curso de verano “Cómo tratar los problemas emocionales en niños, niñas y adolescentes” que se celebra en el Palacio Miramar.
La etapa de 0 a 3 años es determinante para el desarrollo emocional del niño, de ahí la importancia de las relaciones entre el niño y sus cuidadores principales. “Cuantos más cuidadores mejor pero sobre todo que sean de calidad”. El apego se trabaja a base de empatía emocional y proximidad física con el objetivo de transmitir al niño que siempre contará con esa persona, para lo que necesite y cuando lo necesite: “Si tengo conciencia de que no me tengo que preocupar por una figura de apego seré una persona feliz”.
Aunque la fase más temprana en el desarrollo de la persona es determinante, el psicólogo señala que también se puede trabajar el apego a cualquier edad, “desde la cuna hasta el hospital geriátrico”. Depende de las personas que se tengan al lado: “que sean empáticas, que sepan comunicarse y que sepan hacer que les cuentes cómo te sientes, qué te preocupa o qué te desborda”. Porque “cualquiera puede reconducir su vida y recuperar el equilibrio si tiene buena compañía”.
Para ilustrar esta de resiliencia, el psicólogo ha hecho una metáfora de la vida con la de la ostra. “La ostra está tranquilamente en su lecho de arena y de repente le entra un cuerpo extraño. La reacción de la ostra es envolver este cuerpo extraño con nácar hasta crear una perla. A las personas nos pasa lo mismo. De repente una adversidad familiar, laboral, de salud… nos ataca y podemos hacer como la ostra: enfrentarnos a ella para salir más fuertes que antes y recuperar nuestro equilibrio emocional previo”.
Las emociones son mensajes del cuerpo que no podemos ignorar. “Si las ninguneamos seremos analfabetos emocionales y perderemos información valiosa para nuestra adaptación. Pero además, si las negamos el cuerpo terminará somatizándolas y se convertirán en pensamientos pegajosos que nos perseguirán de día y de noche”.
Estamos en un mundo donde las emociones se han descartado, “pero el cuerpo lleva la cuenta”. El primer paso es escuchar al cuerpo: ¿qué me está pasando?, ¿qué me está diciendo?. La clave está en despertar la conciencia emocional para localizar, nombrar, gestionar lo que las emociones nos están diciendo. Hay que evitar la censura emocional: el miedo a defraudar nos lleva a esconderlas.
El psicólogo ha aconsejado a los padres que empaticen con sus hijos e hijas a través del mundo emocional para que entiendan las razones: “conéctate con el hemisferio derecho de tu hijo/a a través del tuyo para conseguir conectar emocionalmente para luego conectar con el izquierdo, con el racional”. A través del juego y de los cuentos se les enseña a nominar las emociones: “si tienes la respiración agitada, una molestia en la barriga es que estás frustrado/a por haber perdido el partido”.
Por último ha recordado a los progenitores que son los modelos de sus hijos e hijas y que demostrarles las emociones no harán que les pierdan el respeto, al contrario, verán el esfuerzo que hacen explicándoselas para que las comprendan y sepan gestionarlas. Y sobre todo les habrán transmitido que puede contar siempre con su figura de referencia.