Un escudo natural
Iñigo Losada y Declan Conway han expuesto, en la segunda jornada del curso organizado por BC3 sobre el cambio climático, los impactos de éste en las costas y en el ciclo del agua.
Uno de los impactos más importantes del cambio climático se está dando en las costas de nuestro planeta. El aumento de fenómenos extremos como huracanes, inundaciones o mareas está teniendo ya un impacto económico y humano importante en ciertos países. Por desgracia, las inversiones que se realizan en este aspecto son, mayoritariamente, para reparar los daños causados y no tanto en la conservación.
Iñigo Losada, del Instituto de Hidráulica Ambiental IH Cantabria, ha expuesto en su ponencia la importancia de las estructuras naturales como los manglares, los arrecifes de coral y las marismas para poder reducir las inundaciones y la erosión y, de esta manera, “proteger a bienes y personas de los efectos causados por las mareas y el aumento del nivel del mar”. En opinión de Losada, “está demostrado que la costa se puede proteger igual de bien con estructuras naturales que con estructuras artificiales. Además, las primeras son más económicas y sostenibles, ya que, además de tener la capacidad de reducir la altura del oleaje y la energía con la que las olas impactan en la costa, también contribuyen a retener el C02”.
Losada ha señalado que los efectos del cambio climático “están teniendo ya unos costes económicos altísimos. Se calcula que el año pasado solo los huracanes originaron pérdidas de más de 200 billones de dólares”. Para proteger tanto a los bienes como a las personas que se encuentran cerca del litoral, generalmente, se opta por construir estructuras artificiales. En opinión de Losada, hasta el momento no se ha realizado una apuesta decidida a favor de las estructuras naturales debido a que “todavía no existe una evaluación económica de los beneficios que este tipo de estructuras conllevan”. El ponente ha subrayado que “aparte de los beneficios de protección, las estructuras naturales tienen una serie de co-beneficios como los turísticos o los ecológicos”.
Losada ha expuesto un trabajo que se ha realizado, precisamente, para evaluar los beneficios de estas estructuras naturales. El estudio se ha llevado a cabo junto a The Nature Conservancy y se ha desarrollado en una zona de manglares de Filipinas. “Filipinas es un país muy expuesto a los tifones. La mejor defensa que tienen allí son los manglares, ya que además de reducir la fuerza de las olas, sus raíces aéreas ayudan a retener sedimentos y evitan la erosión”. Desgraciadamente, la mano del hombre ha ido degradando esos ecosistemas, principalmente, porque el valor económico de sus beneficios no se ha medido y, por lo tanto, se desconoce”. Según el citado estudio, los manglares evitan anualmente daños por valor de 100.000 millones de dólares y protegen a más de 600.000 personas, en su mayoría, pobres.
Losada ha terminado su intervención indicando que “es posible cuantificar los beneficios de los ecosistemas costeros como los manglares. La restauración y conservación de este tipo de estructuras naturales pueden ser una parte importante de la solución del problema del cambio climático y/ o de su impacto”.
Otro de los impactos más importantes del cambio climático se centra en el futuro de los recursos hídricos. Con un aumento de las temperaturas global muchas zonas del planeta no tienen asegurado el suministro de agua en el futuro.
Declan Conway, del Grantham Research Institute de Londres, ha centrado su intervención en el impacto del cambio climático en el ciclo del agua. Concretamente, Conway ha expuesto el reto que supone garantizar la seguridad hídrica a medio plazo. La seguridad hídrica puede definirse como la provisión confiable de agua cuantitativa y cualitativamente aceptable para la salud, la producción de bienes y servicios y los medios de subsistencia, junto con un nivel aceptable de riesgos relacionados con el agua.
Al comienzo de su intervención Conway ha advertido que “la estacionariedad ha muerto. Hasta ahora, la gestión de los sistemas de los recursos hídricos se ha desarrollado bajo la premisa que dichos sistemas no sufrirían grandes variaciones. Eso con el cambio climático ha desaparecido. El ciclo del agua está cambiando de tal manera que no es posible predecir si a medio-largo plazo la seguridad hídrica va a estar garantizada”.
Conway ha señalado que “podemos predecir que va a suceder: cambios en el tipo y frecuencia de las precipitaciones y mayores temperaturas. Las cosas van a cambiar considerablemente y, por ello, tenemos que decidir cómo vamos a gestionar todos esos cambios”. El ponente considera que “conocemos el modelo del ciclo del agua y eso nos puede permitir ajustar nuestros sistemas. Ahora bien, es el momento de tomar decisiones a corto plazo. No es suficiente con hacer previsiones de aquí al 2050 o al 2100”.