El uso problemático o adictivo de las nuevas tecnologías implica un mayor riesgo de generar adicciones a otras drogas
El profesor de la UPV/EHU Koldo Callado ha tratado de resumir ciertas evidencias sobre los mecanismos cerebrales y neurológicos relacionados con la adicción a las nuevas tecnologías. Lo ha hecho en el Curso “¿Cómo afectan las nuevas tecnologías en nuestra salud y en nuestro cerebro?”.
Por todos es sabido que internet se ha convertido en una herramienta utilizada por casi toda la sociedad, siendo su uso prácticamente total entre los más jóvenes. La encuesta ESTUDES (2016) del Ministerio de Sanidad es la prueba de ello: el 99,8 % de las y los estudiantes de 14 a 18 años utilizó internet en los últimos 12 meses. Aunque muchas veces la frontera entre un uso elevado y un uso abusivo de las nuevas tecnologías sea un tanto difusa, se considera que la prevalencia de personas con riesgo elevado de un uso abusivo es reducida, es decir, de un 4‑5 %. No obstante, teniendo solo en cuenta el grupo compuesto de individuos de entre 15-24 años, la prevalencia es 7 veces mayor. Además, el dato alarmante es que el uso de las nuevas tecnologías ha aumentado desde la encuesta realizada en el año 2014.
Para entender la gravedad del problema que supone la adicción a las nuevas tecnologías, el experto ha recordado las bases de una adicción de cualquier tipo: se trata de una enfermedad crónica y recurrente que consiste en un deseo compulsivo e incontrolable de buscar y consumir la sustancia o acción que se encuentra detrás de la adicción.
Un uso indebido y adictivo del móvil y otros dispositivos puede crear ciertas alteraciones físicas, psicológicas y ambientales.
Se puede mencionar una retahíla de consecuencias físicas tales como el insomnio o la falta de sueño, la tensión ocular, sequedad en los ojos, la pérdida de audición, el síndrome del túnel carpiano (que consiste en la inflamación de los tejidos por la presión continua de los botones), la vibración fantasma (la que nos hace creer que el móvil está vibrando o sonado aun cuando está apagado), el llamado Text Neck (los dolores cervicales por la postura artificial adquirida cuando usamos un dispositivo móvil), sedentarismo y obesidad.
En cuanto a las consecuencias psicológicas podemos destacar la pérdida del control que limita el consumo, la necesidad de estar cada vez más conectados de acuerdo con el fenómeno de tolerancia que ocurre con otras adicciones, la necesidad de consumir para evitar un estado emocional negativo, la irritabilidad en estado basal, problemas de interacción social y trastornos de conducta. Asimismo, haciendo un símil entre otras adicciones, el profesor ha recordado el dilema básico de “¿qué fue antes, la gallina o el huevo?”, puesto que las adicciones están vinculadas a diversos trastornos como la depresión o la ansiedad, sin saber con certeza lo que se encuentra en el origen.
No podemos olvidar las alteraciones ambientales “porque un uso problemático facilita el aislamiento de la realidad, el desinterés por otros temas y el bajo rendimiento académico o laboral”. El estudio realizado por el Ministerio de Sanidad también mostró que los usuarios compulsivos de internet duplican la probabilidad de suspender, faltar a clase o de tener mala relación con los progenitores.
Ahora bien, ¿cómo podemos detectar un uso abusivo o adictivo de dichas tecnologías? Estos son los criterios diagnósticos explicados por Callado: cambios drásticos en los hábitos de vida para dedicar mayor tiempo a internet; descuido de la salud propia alterando los ciclos de sueño, adquiriendo malos hábitos alimentarios y reduciendo el tiempo dedicado al ejercicio físico; efectos negativos en el contacto con amistades y negligencias en el trabajo o en las obligaciones personales.
Aunque la proporción de los usuarios gravemente adictos sea más bien baja, Callado ha expuesto una serie de factores de riesgo que entran en juego en el desarrollo de las adicciones a las nuevas tecnologías. Hemos visto que la adolescencia es un factor decisivo ya que aumenta por 7 u 8 el riesgo de padecer dicha situación. Entran en juego el estado inmaduro de las regiones cerebrales, los estados emocionales, la personalidad (la timidez, la baja autoestima, el rechazo de la imagen corporal y la falta de identidad aumentan proporcionalmente el uso) y los trastornos mentales (TOC, TDAH).
En otro apartado de la ponencia, ha explicado los mecanismos cerebrales de las adicciones ya que existe una similitud con las adicciones a las sustancias como el alcohol o la cocaína: “hoy en día sabemos que hay muchas semejanzas entre las adicciones sustanciales y conductuales; estas últimas son las adicciones a las nuevas tecnologías e internet”. El uso problemático de las nuevas tecnologías está ligado, además, al mayor riesgo de generar adicción a otras drogas.
El experto ha dividido los mecanismos que median la adicción directa a las nuevas tecnologías en tres grupos: alteraciones en las funciones cerebrales, alteraciones neuroquímicas y las alteraciones genéticas.
Respecto al primer grupo, un uso excesivo incide en cambios estructurales y funcionales en el cerebro: las alteraciones, similares a las que aparecen en sujetos adictos a drogas, se concentran en la parte frontal y prefrontal. Esta última es la encargada del juicio y del control del comportamiento. Las resonancias magnéticas han mostrado que el grosor del área prefrontal de adictos a las nuevas tecnologías es menor y funciona menos. Frente a estímulos como el uso de internet, los individuos tienen menos glucosa en las áreas que pueden impedir los impulsos y, como consecuencia, la capacidad de decisión y control disminuye. Por ende, los adictos son más impulsivos y no pueden controlar sus impulsos. Y, además, las y los adolescentes son considerablemente más susceptibles porque el cerebro está aún en pleno desarrollo y es más difícil controlar sus impulsos.
En cuanto a las alteraciones neuroquímicas, se ha visto que en el cerebro de las y los adictos los neurotransmisores sufren cambios considerables y tienen menos receptores y transportadores de dopamina. Las personas adictas a los juegos online, por ejemplo, tienen tales cambios en los neurotransmisores como la dopamina, que en una situación basal o de no-consumo tienen menos dopamina que una persona no adicta y “obtienen menos placer de todos los aspectos de la vida diaria”. En pleno juego se disparan los niveles de esa sustancia y, por consiguiente, como tienen una mayor estimulación de su sistema de recompensa y placer, se concentran en esa búsqueda del placer y hacen un uso excesivo de las tecnologías.
En tercer lugar, Callado ha hablado de ciertas alteraciones genéticas y ambientales que aumentan el riesgo de desarrollar una adicción a las nuevas tecnologías: “los dos factores principales y determinantes son el código genético y el código postal.” Las personas adictas a los videojuegos, por ejemplo, tienen una menor actividad de la enzima COMT, encargada en destruir la dopamina. Como resultado, generan una mayor cantidad de dopamina que pacientes que no tienen dicha adicción. Además, tienen menos serotonina, tal y como ocurre con la depresión. Es evidente que el lugar de residencia, la educación, la situación económica y otros elementos ambientales influyen en el desarrollo de una adicción.
Es difícil saber, en cada caso, cuál es el factor decisivo en el origen de una adicción, pero hay diversos estudios que demuestran que, en el surgimiento de una adicción, aproximadamente los dos factores tienen el mismo peso, es decir, aproximadamente el % 50. No obstante, hay discrepancias si comparamos diversos grupos sociales, ya que en los adolescentes y en las mujeres los factores ambientales como el lugar, la educación y demás tienen mayor peso que las características que vienen de serie.
Tener conocimiento de todo ello es, según el experto Callado, fundamental para saber cuáles son los factores de riesgo, las consecuencias y los efectos de una adicción y, asimismo, para poder desarrollar políticas de prevención eficaces y focalizadas en los colectivos y grupos de la sociedad que, por sus características genéticas y ambientales, son más susceptibles a adquirir un uso problemático de las nuevas tecnologías y generar adicciones.