Cuantificar el valor de los cuidados no significa deshumanizarlos
No existe una definición consensuada de lo que significa “el cuidado” y menos cuando se incorpora a la agenda pública como deber de los gobiernos. “La necesidad de cuidados traducida en un presupuesto puede multiplicarse por 10 según identifiquemos las necesidades”. Mª Ángeles Durán, socióloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas CSIC, ha participado en el curso organizado por Emakunde sobre los “Pasos hacia una sociedad que ponga el cuidado de la vida en el centro” dentro de los Cursos de Verano de la UPV/EHU.
“La necesidad de cuidados no coincide con la demanda explícita, quienes más lo necesitan son quienes más dificultades tienen para conseguirlo por sí mismos”, es decir, niños, ancianos frágiles, enfermos y dependientes. ¿Ante quién lo reclaman, a sus familiares directos o al Estado? En la familia, ¿a quién, a las mujeres? ¿con qué límites, con qué contraprestación? Y si es al Estado ¿a qué instituciones y en base a qué argumentos?
Mª Ángeles Durán remarcaba la difícil distinción entre trabajos domésticos y cuidados, máxime si se trata de calcular el valor de los cuidados indirectos en relación al PIB. ¿Hacer la compra, limpiar el hogar y la ropa o cocinar es cuidar?
La producción de alimentos en los hogares incluye trabajo no remunerado y por lo tanto no incluido en el PIB, lo contrario si hablamos de la energía utilizada o el coste de los productos de menaje y su limpieza. Basándose en datos del Eustat en su “Encuesta de presupuestos de tiempo” en Euskadi el 95% de las personas comen de modo habitual en casa, lo que se traduce en producir 5,5 millones diarios de comidas entre desayunos, comidas y cenas. Requiere 1,83 millones de horas diarias invertidas en servicios no remunerados de alimentación en el hogar. Es decir, 670 millones de horas de trabajo al año para dar de comer a la familia.
Ponderando las cifras con las comidas que se realizan en comedores (escolares o de empresa) y restaurantes, el valor de este tipo de producción de los hogares sería de 36.2 millones de euros diarios que anualmente equivale a un 17,65% del PIB.
Otras funciones indirectas de los cuidados recogidas en el capítulo “tiempo doméstico” por el Eustat, requieren una media de 2 horas y 5 minutos diarios a la población mayor de 16 años, por lo que “el valor de la producción de este conjunto de cuidados indirectos en los hogares sería el 75% del PIB”.
La otra cara de la moneda es el tiempo invertido ¿A qué actividades habría que restar tiempo para dedicarlo al cuidado? ¿qué grupos o quién tendría que hacerlo? Y ¿cuál es el grado de acumulación de tareas que puede soportar la cuidadora o cuidador sin caer en el estrés o pérdida de oportunidades? Mª Ángeles Durán no obvia la desigualdad de género en estas tareas. “Una redistribución del cuidado dentro de los hogares no es tarea fácil ya que se trata de situaciones muy arraigadas culturalmente”.
Son tareas sin contraprestación monetaria, por lo que es difícil calcular el precio de mercado de la actividad, por eso los indicadores se basan sustancialmente en el tiempo invertido. Se ha creado uno más abstracto llamado “unidad de consumo de cuidado”. Mª Ángeles Durán, tras una detallada exposición de datos llega a la conclusión de que “La conversión del trabajo actual del cuidado en los hogares en Euskadi en empleos equivalentes a tiempo completo supone 918.586 empleos invisibles y no remunerados”.
Mª Ángeles Durán es clara al señalar que medir y cuantificar el valor de los cuidados no significa deshumanizarlos. Es una herramienta necesaria para conocer a fondo los problemas y buscar el modo de resolverlos.
El cuidado ha experimentado y experimentará transformaciones demográficas, socioeconómicas e ideológicas. Es decir, depende mucho del tipo e intensidad de políticas sociales de los gobiernos. En el futuro inmediato, si se produce una reducción de ingresos públicos que ronde el 20%, la tarea de “cuidar” puede traducirse en una involución social.
Los hogares tendrán que invertir mucho más tiempo en los servicios que no se van a poder externalizar. Más tiempo trabajando las mujeres. En el confinamiento desaparecieron las guarderías, los colegios y los centros de día de atención a los mayores. Toda esa labor volvió fundamentalmente a las manos de las mujeres, muchas tuvieron que dejar en segundo plano sus empleos para atender hijos y padres. Todo un retroceso.
Se ha dicho con ocasión de la pandemia que los cuidados han emergido como un nicho de empleo futuro porque consumen muchas horas y son incompatibles con el empleo de quien los ofrece. “Será un sector de futuro laboral si cada sociedad así lo decide. Si se laboraliza la tarea del cuidado, cambian radicalmente los presupuestos públicos y también los privados”
En España, “con datos del INE, si se considerara en un sentido amplio que todo lo que se hace en un hogar es cuidar, las horas invertidas equivalen a 28 millones de empleos a tiempo completo en el sector servicios”.
Residencias geriátricas
La pandemia nos ha demostrado que “no funcionó, hay que tomar decisiones. En las residencias ha sido palpable que el personal era escaso y que no era fácil el acceso al sistema sanitario.
La ratio legal mínima de personal por residente (0,45 por residente en trato directo) se refiere a empleados, pero no a las horas trabajadas por esa persona. Si se quisiera corregir la situación vivida, el coste real en estas residencias podría ser el doble del actual. ¿Quién pagará la mejora? Según Ángeles Durán, si las residencias se encarecen sólo lo podrán pagar unos pocos y los residentes quedarán desatendidos o volverán a los hogares, es decir a las mujeres.
No basta con aplaudir a los servicios esenciales, tenemos que empezar a dotarlos de recursos: eso significa tiempo y dinero.