Todas las noticias

Renato Opertti: “Sin pensamiento crítico y diversidad en las aulas, no es posible formar una sociedad verdaderamente libre, democrática e inclusiva”

El sociólogo destaca la importancia del pensamiento crítico y la inclusión en la formación de las nuevas generaciones

A primeros de septiembre, Renato Opertti, presidente del Consejo de Asesores de la Organización de Estados iberoamericanos (OEI) y experto en educación de la UNESCO y de la Universidad Católica de Uruguay estuvo en el Palacio Miramar de San Sebastián ofreciendo una ponencia. En dicha charla, Opertti resaltó la necesidad de fomentar el pensamiento crítico, la diversidad y la inclusión desde las primeras etapas educativas.

¿Hay algún motivo por el que decidiste involucrarte en el ámbito de la educación?

Vengo de familia de maestras. Buena parte de nuestro país Uruguay, una buena porción somos hijas o hijos de maestras o de maestros. Más de maestras que de maestros. Mi padre, de hecho, era docente universitario, por lo que tuve una gran pasión por la educación, la escritura y los libros desde muy chico.

Pienso que eso me llevó a entender que la educación finalmente es la principal vía que tenemos para ser mejores personas y ciudadanos, vivir en sociedades más cercanas, más inclusivas, donde haya mayor convivencia y donde se aprecien a las personas según sus valores.

Naturalmente, eso me hizo poner mucho énfasis en la educación, porque la educación finalmente, más allá de los contextos y circunstancias de cada país, de cada región, de cada comunidad, finalmente hace la diferencia en el bienestar y el progreso de la gente. Eso me llevó a ese sentido social que tiene la educación, que para mí lo llevo adentro, en las pasiones más fuertes de mi vida es la educación.

 Y cuando eras estudiante, ¿había algo que no te gustase del sistema educativo?

Sí, claro. Me gustaba todo lo que tenía que ver con integrar conocimientos de la filosofía, la ética, las humanidades, la sociología, la literatura, etc. Lo que no me gustó, y con el tiempo lo he ido reflexionando, es el conocimiento tan separado uno de otro.

Uno, por un lado, tenía formación en física o química y no conectaba con lo que estaba estudiando en filosofía, en historia, o en geografía. Lo que no me gustó es que nunca logré ver que en el conjunto de la formación uno tenía una visión conjunta de las personas y de la vida. Era como que uno tenía cuestiones muy fragmentadas.

Por ejemplo, encontraba muy lejano lo que estudiaba en física o lo que estudiaba en química en el liceo, para ustedes en la educación media, con lo que estudiaba en formación ciudadana, o en ética, filosofía, o en historiografía.

Y con el tiempo de la vida me di cuenta de que la clave de la educación está en conectar las piezas. Y yo siento que la educación que tuve no fue una educación de conectar piezas. Sobre todo en la educación media, donde hay mucha fragmentación del conocimiento y hay mucha dificultad que también pasa a niveles de las regiones, de los países, a veces falta poder conectar los conocimientos. Yo creo que eso es lo que siento como un debe, pero fui muy feliz en la escuela, tuve compañeras y compañeros que hasta día de hoy mantengo la amistad.

Logré conectar con los temas que me apasionaban en un momento muy peculiar de Uruguay, porque Uruguay en ese periodo, sobre todo en la educación media, vivía bajo un régimen dictatorial. Después cambió, contra un espacio de libertad, de formación, y eso lo valoro muchísimo debido a un director de liceo que era muy abierto, muy inclusivo, muy componedor. También hubo docentes que me marcaron en cuanto a la visión de la vida y eso lo tengo como muy positivo.

 ¿Crees que el sistema educativo ha mejorado?

Yo considero que el sistema educativo ha ido progresando. Uno no puede decir que hoy los sistemas educativos no han progresado. Se ha ampliado la educación, se ha abatido la cobertura y se ha logrado un mayor desempeño de los alumnos. También se ha logrado mejorar la vida de la gente a través de la educación, pero indudablemente la educación tiene un problema endémico que va muy por detrás de los cambios.

Los cambios en el mundo son más bien disruptivos, cambios exponenciales, sistémicos, que cubren toda la vida de la persona y de la ciudadanía y de las comunidades. Y la educación es muy conservadora, tiende a conservar lo existente más que a transformarlo.

En un mundo donde vivimos la transformación como el ADN de la vida, a la educación le está costando mucho entender el tipo de formación que tiene que brindar para que los jóvenes puedan tener una oportunidad real de progresar. Entonces, yo creo que ahí hay un desfasaje entre una educación no disruptiva y un mundo disruptivo.

El otro punto que me parece importante marcar es que le cuesta mucho a la educación, en general a los sistemas educativos, impactar en los aprendizajes. Esto es impactar en la mejora de los aprendizajes. Hoy por hoy, todos sabemos que necesitamos aprendizajes de lo que se llama la UNESCO, las alfabetizaciones fundacionales o la OI, que son la lengua, la ciencia, las matemáticas, la formación ciudadana, las humanidades.  Pero eso nos cuesta mucho mejorar.

Cuesta mucho que un país o una comunidad logre mejoras significativas en la proporción de alumnos que tengan niveles de suficiencia en matemáticas, en ciencias o en lengua. Cuesta mucho mover la aguja de los aprendizajes. Y eso cada vez nos cuesta más, porque cada vez tenemos alumnado más diverso, con un mundo de intereses distintos, y nos está costando mucho conectar con la juventud.

Nos está costando mucho. Nos está costando mucho en el sistema educativo tener propuestas educativas que realmente empaticen. Finalmente, yo creo que la educación es una cuestión de empatía intergeneracional.

Si no hay empatía entre el mundo del joven o del adolescente y el mundo adulto, no hay aprendizajes.  Y yo creo que eso nos está costando mucho. 

Se ha observado que cada vez se implementa más la inteligencia artificial en las aulas. ¿Qué opinas de esto?, ¿Crees que puede mejorar el aprendizaje? 

Creo que la inteligencia artificial es una herramienta, como lo ha sido Internet, como en su tiempo fueron la imprenta u otros recursos tecnológicos en la historia de la humanidad.

Considero que sí, que la inteligencia artificial puede tener un impacto positivo en la enseñanza, en los aprendizajes, en la medida en que esté inscripta y encuadrada una visión educativa. Es decir, lo primero ante todo es saber qué queremos hacer con la educación. ¿Cuál es el propósito de la educación? Y si tenemos claridad en ese propósito, bueno, ¿cómo la inteligencia artificial puede ser una herramienta para lograr ese propósito?

Para nosotros la discusión no es sobre la inteligencia artificial. La inteligencia artificial hoy tendrá determinadas herramientas que ustedes conocen muy bien, el chatGPT y otras.  Mañana serán otras herramientas, pero lo más importante de todo es que potenciemos la inteligencia humana, que potenciemos la capacidad de los adolescentes y los jóvenes de hacer buenas preguntas de la inteligencia artificial, de saber direccionar la inteligencia artificial a los objetivos que persigue uno, de tratar de que sea un elemento de profundización en nuestro conocimiento, no de sustitución.

La inteligencia artificial no nos sustituye.  En todo caso, nos puede ampliar nuestras capacidades de ver los problemas, nuestra capacidad de entrar en lugar en datos, en perspectivas, en ideas. Pero, lo primero de todo es nuestra capacidad de pensamiento, nuestra capacidad de pensar críticamente, creativamente, y solidariamente.

Es decir, de entender las cosas y de tomar los tiempos necesarios para que las cosas decanten y poder utilizar la inteligencia artificial como una herramienta para eso. En la medida en que sea una herramienta para potenciar la educación, creo que existe un espacio positivo de desarrollo hacia el futuro.

Se ha observado que en el sistema educativo no se fomenta el pensamiento crítico, ¿Qué se podría hacer para cambiar esta situación?

Es el tema crítico de la educación. La clave es la formación de seres libres y pensantes. Sin pensamiento no hay libertad. Pensar tiene que ser una cuestión que sea fundamental en cualquier sistema educativo.  Y eso no es un tema de pensar cuando uno es adulto.

Uno piensa desde niño ¿Cómo se puede hacer eso? Desde las edades más pequeñas. Que las niñas y niños puedan trabajar en talleres de filosofía, en talleres donde puedan discutir problemas y donde puedan plantearse interrogantes. También donde puedan compartir el conocimiento, donde puedan aprender unos de otros y donde puedan interrogarse sobre la vida, sobre el sentido de la vida.

En un mundo donde estamos hoy tan trastocados, tan interpelado por la insostenibilidad de nuestra forma de vivir, entre nosotras y nosotros mismos y con la naturaleza, es momento de que logremos que las niñas y niños tengan espacios de reflexión. Espacios donde puedan integrar saberes, espacios de conocimiento, de entendimiento.  Y eso se puede hacer en la medida en que los sistemas educativos asuman la responsabilidad de que la clave está en que sin libertad y sin pensamiento no hay educación. Tampoco hay democracia, ni convivencia, ni igualdad e inclusión.

Hablando de la inclusión, hemos notado que no hay mucha diversidad en las aulas. ¿Qué harías para mejorar esto? 

Es un tema central el que planteas. La diversidad es fundamental, porque está estudiado que cuando las niñas y los niños o la juventud estudia en espacios diversos, con alumnado de diferentes características, se aprende más y mejor.  El problema no es solo la educación, es un problema de la sociedad. Porque a la sociedad, y a veces a las madres y a los padres, les cuesta mucho asumir que sus hijas o hijos estudien con diferentes personas, cuando en realidad la riqueza de la educación está en la diversidad. ¿Qué hay que hacer para lograr esto? Tener espacios socialmente mucho más heterogéneos.

Hay que tratar de romper con la fragmentación de la sociedad en territorios distintos. Intentar que haya más integración social, más integración cultural, más coexistencia y aprender a vivir juntos en la diferencia.  A entender que cada uno de nosotros es un ser especial, único, que tiene determinados intereses, motivaciones, contextos y circunstancias. Y que en el diálogo con los otros que son tan diferentes a ella o a él, van a encontrar espacios de empatía, de conexión y de aprendizaje mutuo.  Es decir, es en el fondo una apuesta a una sociedad más democrática. Una sociedad que entiende que en su diversidad está una de las claves para lograr incluir más y para democratizar más.

La diversidad es individual de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es un ser especial. Es territorial de cada territorio, de cada pueblo y de cada entidad. Es de afiliaciones, no solo religiosas, también afiliaciones filosóficas, espirituales, tradiciones, culturas distintas, etc. Ninguna es superior a otra.

Pero eso sí, aunque pertenezcamos a diversidad de entidades, está muy bien tener la propia identidad. Es parte del ser existencial de cada uno de nosotros, tener nuestra propia identidad. Eso no obstruye en caso de espacios comunes entre las identidades.

Porque si rompemos o fisuramos los espacios comunes, no hay sociedad, porque una sociedad no es la suma de las identidades, es el inter-cruzamiento de las identidades. Ahí hay un punto central, que es cómo entendemos la diversidad como un elemento favorable a una sociedad más democrática, inclusiva y asentada en espacios comunes. Ahí hay una buena, me parece que es una de las claves para poder avanzar.

¿Hay algún país que tenga un sistema educativo que te gustaría implementar en América Latina?

Uno aprende de diferentes sistemas educativos. No hay modelización, uno no imita, sino que aprende. Pienso que hay cosas que aprender en estos días. Por ejemplo, he aprendido mucho de la comunidad del País Vasco, de lo que están haciendo en materia de digitalización de la educación, en materia de transformación digital. También he observado mucho cómo está la innovación pedagógica, por ejemplo.

Asimismo, aprendo de otras sociedades que voy y veo otros elementos que tienen que ver con la inclusión, con la diversidad y con la propia integración social. Puedo aprender de las sociedades nórdicas, la confianza que tiene el alumno con el educador, el educador con las familias y con las comunidades. Puedo analizar experiencias de diversidad social de Brasil, o de Colombia, o de la inclusión tecnológica que Uruguay está haciendo en materia de inclusión de los dispositivos tecnológicos en la educación.

Puedo cultivarme de diferentes sociedades. Lo que es importante es armar ese rompecabezas de experiencias para después tener el traje o el vestido a medida de cada uno. Ese traje o vestido a medida de cada uno nunca es imitable y nunca debe ser imitado, me parece. Tiene que ser construido sobre la base de aprender, contrastar, conocer y estudiar, pero también encontrar el justo equilibrio de cada una de las sociedades. Ahí me parece que está la clave.

 ¿Te gustaría añadir algo más?

Me gustaría agradecer a la Universidad del País Vasco, a la Fundación y al excelente equipo que ha coordinado los Cursos de Verano, un equipo formidable, con gran compromiso humano y con gran compromiso profesional, esta posibilidad.

Porque, en definitiva, lo que uno saca de estos tres días de curso o de otras actividades que hemos tenido y hemos hablado con diferentes actores de la sociedad en estas intensas jornadas que hemos tenido, es que siempre una sociedad progresa más cuando se debaten ideas, cuando se debaten perspectivas, cuando se discute, se intercambia y se analiza.

Este ejemplo que ustedes tienen hoy acá en el País Vasco de este conjunto de Cursos de Verano, es una apuesta muy fuerte al conocimiento. Y las sociedades que apuestan al conocimiento finalmente son más libres, más democráticas e inclusivas. Por eso estoy muy feliz de estar acá. Gracias a ustedes y muchas gracias por esta oportunidad.