Espido Freire analiza la influencia de lo digital en nuestras emociones y relaciones
La escritora reflexiona sobre el impacto de las redes sociales, la verificación de la realidad y la educación en la era digital.
El pasado 23 de agosto, la escritora Espido Freire ofreció una ponencia en el Palacio Miramar de San Sebastián, como parte del curso "Las relaciones emociónales, en la era digital", dirigido por Javier Urra. Durante su intervención, Freire abordó temas cruciales como la influencia de las redes sociales y los desafíos que estos suponen en nuestro día a día.
Debido a las redes sociales, la sociedad ha cambiado completamente, ¿Crees que esto ha sido positivo o negativo?
Nuestra relación con las redes sociales es más que positiva o negativa, es inevitable, y tiene mucho que ver con que son una herramienta y, por lo tanto, frente al uso de cualquier herramienta, necesitamos estar muy concienciados de en qué nos puede ayudar y de cuáles son sus peligros.
Y también, dependiendo de qué red social sea, de cuál sea nuestra edad y de cuál sea nuestro interés, hasta qué punto nos compensa su uso o nos compensa el apartarnos de ella o incluso el tomarnos una serie de descansos. Principalmente, el conocimiento va a ser el arma principal que nos permitirá usarlas de la mejor manera y a partir de ahí ya decidir, casi siempre de una forma subjetiva, si nos aportan mayores beneficios o prejuicios.
¿Crees que hoy en día las personas se basan más en percepciones que en hechos verídicos?
Nos encontramos con un problema importante a la hora de verificar la realidad en estos momentos. Tiene que ver con la proliferación de los bulos, de las “fake news” y también de las suplantaciones de identidad. Es algo que siempre se ha dado y, de hecho, nos encontramos incluso con exposiciones muy interesantes en museos que nos hablan de que los bulos ya estaban extendidos en la época romana, pero que nunca se habían generado a tal velocidad y también con tal impresión de veracidad. Y eso es algo que se va a intensificar, principalmente con la generalización de la inteligencia artificial.
Vamos a tener que aprender con un criterio muy claro qué es real y qué parece serlo. Y, sobre todo, qué nos interesa creer y, por lo tanto, estamos más predispuestos a creer y frente a qué rechazamos información. Esto nos va a obligar a desarrollar un criterio propio que nos aleje de la cámara de eco. Es decir, que nos permita evaluar qué nos está llegando, qué es real y qué lo desechamos porque no encaja con nuestras creencias o ideologías y qué elegimos creer, aunque sepamos que es falso, porque coincide con nuestra visión del mundo.
Es decir, tenemos por delante un reto muy importante y posiblemente se vayan desarrollando a la vez que las falsas noticias, las falsas percepciones, herramientas para que las podamos detectar. Es decir, conviene nuevamente mantener un equilibrio entre la confianza en el ser humano y una sana desconfianza frente a aquello que parece demasiado bueno para ser verdad.
Durante la charla hablaste de las estafas que ocurren y de que no haya personas a las que puedas acudir para pedir ayuda. ¿Qué crees o qué consecuencias puede haber a largo plazo con esto? ¿Crees que las personas van a ser sustituidas por las máquinas?
Nos encontramos en un momento muy interesante de la evolución humana en la cual se dan unos pasos, empezaron ya hace tiempo, con la mecanización y la robotización y también la sustitución de determinados oficios y procesos por o bien máquinas o bien inteligencias de tipos muy variados. Eso no es una sustitución o un reemplazo radicales, sino que se va haciendo de una forma progresiva.
Generalmente, cuando es nuestro entorno o cuando es nuestro oficio el que se encuentra en peligro. En mi caso, como escritora, me preocupa mucho que la inteligencia artificial esté generando textos de baja calidad en estos momentos, pero lo suficientemente interesantes como para que las lectoras y los lectores escojan inteligencias artificiales. Es probable que no me interesará tanto la inteligencia artificial si no me sintiera amenazada de una forma directa.
También es cierto que gran parte de los interlocutores que teníamos hasta hace poco para compras, para trámites o para la administración han sido sustituidas por plataformas que muchas de ellas son muy hostiles, es decir, expulsan al usuario, al consumidor o al paciente de su entorno.
Es muy probable que eso no tenga una vuelta atrás, aunque también si tenemos y reunimos la suficiente fuerza, probablemente logremos que se pueda combinar el trato humano con el trato digitalizado. También tiene una serie de ventajas, es decir, podemos pedir una cita a las 12 de la noche desde cualquier lugar del mundo, más que hacerlo presencial entre un horario determinado, pero va a seguir generando problemas.
Habrá que simplificar algunos de los procesos y proteger otros. Y, sobre todo, lo interesante sería que nos dieran a elegir, que tuviéramos opciones para encontrarnos con humanos, que pudieran devolvernos una relación humana y no únicamente con máquinas o con bots, que lo único que producen es generalmente una frustración y una respuesta insuficiente.
En la ponencia mencionaste que lo importante son las emociones y los relatos. ¿Qué quieres decir con esto?
Yo me he centrado mucho en dos temas. Uno de ellos es la emoción y cómo la emoción se ha convertido en una de las palabras incuestionables, una de las supremacías de lo digital. Y, por otro lado, la construcción del relato. Es decir, cómo empleamos las palabras, también esas emociones, los vídeos, las imágenes y los contextos determinados para contarnos historias y para contar nuestra propia historia.
Creo que el análisis de ambos nos da una visión muy interesante de cuál es nuestra identidad digital y de qué identidades digitales consideramos atractivas o no. No solamente de individuos, sino también de marcas, de empresas, de instituciones, incluso de países. Dividimos a los países en buenos o malos, no dependiendo únicamente de nuestros intereses geopolíticos, sino también dependiendo de qué es lo que sabemos de ellos y de cuál es la imagen que se nos ha transmitido.
Esas imágenes, que antes eran privilegio de los más poderosos, ahora han llegado hasta cualquier persona anónima. Podemos construirlas y generarlas. Y, la mayor parte de las veces, nos van a hacer más o menos atractivos en nuestro trabajo, en nuestro desarrollo personal, a la hora de conseguir pareja o incluso a la hora de ser atendidos ante determinadas instancias. Por eso me interesa tanto. También porque, como escritora, trabajo con emociones y sentimientos y trabajo con relatos.
Por último, ¿Con cuántos años recomendarías a la gente empezar a utilizar las redes sociales?
Nos encontramos con un problema importante a la hora de exponer a las niñas y a los niños a las redes sociales y, en general, a la digitalización. Primero, porque hemos comprobado ya cuál es el daño que la excesiva exposición y, sobre todo, la excesiva estimulación está generando en la concentración y en la comprensión del mundo en niños expuestos de una forma constante a esas pantallas.
Por otro lado, no podemos mantenerlos ajenos a una realidad en la cual las pantallas, lo digital y las redes sociales están absolutamente presentes. El control parental no siempre es todo lo estricto, todo lo riguroso, todo lo sensato que deseáramos. Y las pantallas son atractivas, nos encantan a los adultos, ¿por qué no les van a gustar a los niños? Es lógico. Es decir, son atrayentes, son absorbentes, no se acaban, siempre tienen algún tipo de información de juego, de algo nuevo que generar. Competir siendo un padre, un abuelo o un profesor con una pantalla es muy complicado.
Y lo es porque las pantallas son colectivas. Es decir, quien ha generado ese contenido son muchas personas o muchas entidades mientras que tú eres tú, con tus defectos, con tu falta de paciencia, con tu falta de sueño, con tu capacidad de irritabilidad o con tu amor que les permite hacer todo. Yo creo que en estos momentos la exposición a redes sociales es demasiado temprana.
Se ha generalizado la llamada Edad de la Comunión o el Regalo de Primera Comunión para que tengan ya móviles, e incluso hay niñas y niños que tienen móviles propios de accesos propios. Las madres y los padres generalmente lo hacen o bien para tenerlos localizados o bien por una competición entre adultos, mi niña/niño tiene este modelo, mi hija/hijo avanza más rápido que el tuyo, o incluso por un interés genuino. Creen que los hacen más inteligentes y que los hacen también más modernos, que los adaptan mejor al mundo. Yo pienso que es precipitado, pero no soy ninguna experta en la materia.
Lo que sí que puedo decir es que cuando irrumpen las pantallas, generalmente se deja de lado el texto escrito y se deja de lado la posibilidad de escribir y la posibilidad de lo manual. Las nuevas tendencias educativas, principalmente entre las élites, están descartando el uso de pantallas en sus clases y en sus aulas para volver a lo tradicional. Ahí lo dejo, se lo están haciendo los más ricos y los más poderosos, quizás deberíamos seguir ese camino.