“Aprender es cambiar de lugar”
“Siempre he sentido necesidad de mejorar mi entorno y poder compartir lo poco o nada que tengo. El arte y la ilustración son vehículo de desarrollo y sensibilización, así como una herramienta excelente de comunicación en proyectos de cooperación y de mejora social. Aquí algunos de los proyectos que he impulsado o en los que he colaborado y en los que el arte y la ilustración han cambiado una pequeña realidad. Todos tenemos la posibilidad de marcar la diferencia”. Con este párrafo introductorio presentó Estibaliz Aberasturi-Apraiz, doctora en Ciencias de la Educación y una de las directoras del congreso, a la ponente de la conferencia plenaria, Nivola Uyá, ilustradora y artista visual.
Según explicó la ponente, ella ha trabajado en tres proyectos solidarios en los que ha colaborado conjuntamente con el alumnado infantil de colegios. “Las imágenes son lo primero que vemos al nacer y es lo primero con lo que interactuamos, antes que las letras incluso”. Por ello, la ilustradora utilizó la ilustración como medio para educar a niños y niñas en valores. “La ilustración es un eje vertebrador muy eficaz para difundir proyectos con causas sociales y medioambientales” ha explicado.
Uyá mencionó tres proyectos de creación de álbumes ilustrados: uno llevado a cabo en un colegio de La Palma (España), otro en Tula (México), y otro en Brikama (Gambia). En el colegió español los niños crearon un álbum ilustrado con un cuento de una rana para sensibilizar y educar en valores ambientales. “Al principio no se previa publicar el cuento, pero finalmente se repartió un ejemplar a cada uno reconociendo la autoría de la obra”. El proyecto en el que participó la ilustradora en México surgió a partir de una inquietud planteada por una asociación respecto a la enfermedad del “clavel del aire”, muy extendida en los árboles de la zona. “La asociación se puso en contacto con el colegio y se decidió crear un álbum ilustrado para abordar este tema y sensibilizar”. Después de crear el álbum, los alumnos del colegio “fueron llamados a un congreso donde ellos y ellas dieron difusión a la causa que retrataban” en la obra.
La tercera colaboración nació de “un interés personal” por colaborar y mejorar las condiciones en las que los estudiantes del colegio Kabafita de Gambia recibían educación. “Propuse al colegio de La Palma establecer un primer contacto sin necesidad de llevar a cabo ningún proyecto. Sin embargo, con el tiempo esa relación se fue estrechando hasta llegar a una colaboración para crear un álbum ilustrado donde se fusionaban una leyenda de su país con otra leyenda nuestra”. La ilustradora calificó la experiencia de “muy interesante” tanto para los alumnos de los colegios que participaron en el proyecto como para ella misma. “Los niños y niñas que acuden al colegio Kabafita no reciben una educación adecuada por falta de material y de dinero. Nosotros desde España, una vez finalizado el proyecto acudimos a mercados solidarios y logramos vender unos 500 ejemplares y el 100% del dinero recaudado fue destinado a reformar la escuela”.
No obstante, Uyá afirmó que “más que el resultado, lo que importa es el proceso”. Algo similiar a lo que opinaron Aitziber Alonso y Miren Guillo, miembros de la asociación Galtzagorri. “Nosotras creamos espacios literarios en pueblos y en espacios públicos como casas de cultura donde intentamos trabajar con niños y niñas de entre 9 y 11 años” ha explicado Guillo. La combinación de decoración artística e ilustrativa junto con una atención pedagógica dan como resultado una “formación cultural en valores y en conocimiento social e individual”. “Solemos tratar temas como el género, las emociones o el sentido de la responsabilidad y de cuidados” explicó Alonso.
Las integrantes de Galtzagorri pusieron el ejemplo de su proyecto “Itsaspeko Bihotzak” donde trabajan diferentes emociones con niños y niñas utilizando múltiples rincones, pero que finalmente todo ello “busca formar en valores” dijo Guillo. “En un rincón enseñamos un cuerpo desnudo y les decimos a los chicos y chicas que los vistan, y a partir de ahí hablamos acerca de qué llevan los chicos y qué llevan las chicas. En otro rincón más íntimo hablamos sobre emociones y en otro ofrecemos libros. Pero todo tiene un sentido global” aclaró Alonso.
Alonso y Guillo explicaron que es curioso ver como muchas veces padres y madres evitan acercarse a este tipo de espacios. “Creamos un laberinto en la gambara del centro cultural Koldo Mitxelena y pudimos ver como muchas madres y padres evitaban entrar en las zonas oscuras del laberinto y se marchaban mientras que los niños y niñas entraban sin problema” declaró Guillo. Tal vez se trate del miedo a cambiar de lugar y de enfrentarse al otro. Y ahí es donde juegan tanto el arte como la ilustración un papel fundamental. “La ilustración educa y acerca realidades que muchas veces son difíciles de identificar” defendió Alonso, una afirmación que la ilustradora Nivola Uyá compartió. “Cuando cambias de lugar y sales de tu zona de confort para enseñar, finalmente descubres lo que esa experiencia también te aporta a ti” dijo Uyá.
Y es que lo del arte y la ilustración no es sólo cosa de niños. “Muchas veces se cree que la ilustración tan solo sirve para acompañar y aclarar el contenido del texto. Pero la ilustración es un ente propio que tiene un valor comunicativo independiente del texto. Una imagen comunica por sí sola” defendió Alonso. Uyá se mostró satisfecha con los resultados obtenidos en los proyectos. “En la creación de los tres álbumes ilustrados pude apreciar la manera en la que el alumnado fue desarrollando competencias creativas y nuevas formas de expresarse libremente. También se logró empoderar de alguna forma la infancia y lograr tener un impacto positivo en la comunidad gracias al acercamiento a la realidad social, reconocerla, reflexionar sobre ella y mejorarla, porque la ilustración es un vehículo de desarrollo, sensibilización y de cambio social y medioambiental”.