“El estrés psicológico, social, económico y climático también van a influir en la neurodegeneración”
El jefe clínico de Neurología del Hospital Donostia, Adolfo López de Munain, aborda en los Cursos de Verano de la UPV-EHU cómo intervienen la genética y él ambiente en los procesos neurodegenerativos: “más educación significa menos riesgo de Alzheimer”
Está asumido que a más edad más posibilidades de padecer enfermedades neurodegenerativas, pero esta relación entre el envejecimiento y la demencia, como constata el jefe clínico de Neurología del Hospital Universitario de Donostia, Adolfo López de Munain, “todavía no se conoce bien”. Y es que la neurodegeneración “puede empezar mucho antes de que el individuo envejezca pero probablemente mientras el individuo no sea viejo la neurodegeneración es compensada por unos determinados mecanismos”. De hecho, hay un envejecimiento saludable en personas que van perdiendo capacidades sin que haya una neurodegeneración clínica. “Hay pacientes que pueden mostrar simultáneamente unas lesiones neurodegenerativas muy importantes con una normalidad clínica”, afirma para apostillar: “hay aspectos que todavía se nos escapan”.
Pero, ¿cuáles son los elementos que conviven en los procesos neurodegenerativos? Adolfo López de Munain ha abordado las diferentes circunstancias que intervienen en estos procesos, con los factores genéticos y ambientales como grandes implicados, en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) dentro del seminario ‘Los derechos no caducan con la edad ni con el deterioro cognitivo’.
¿Qué componente genético está detrás de la neurodegeneración? Los estudios determinan que “aproximadamente el 5-10% de los trastornos neurodegenerativos son familiares en el sentido menderiano [en alusión a las Leyes de Mendel y que constituyen el conjunto de reglas básicas que explican la transmisión hereditaria]”. En el resto “existe un componente genético y es un factor de riesgo, pero no se comporta como una enfermedad menderiana”. Existen factores de riesgo pero es necesario “entender qué son factores de riesgo” porque no todos ellos inducen a determinar que se va a padecer la enfermedad. “Fumar es un factor de riesgo para el cáncer de pulmón pero no todo el mundo que fuma tiene cáncer de pulmón y no todo el mundo que tiene cáncer de pulmón ha fumado”, ejemplifica el neurólogo.
Abordar la “compleja” cuestión de los procesos neurodegenerativos exige no un planteamiento unilateral, esto es una causa una consecuencia, sino un enfoque multidisciplinar. Y aquí “indudablemente” la cuestión ambiental juega un papel “importante” en el desarrollo de las demencias. Parte de la población vive en biotopos “altamente contaminantes” y la ciudadanía está expuesta a elementos “tóxicos” que pasan “endebles” testados de seguridad. “Muchas cosas que nos rodean se han testado de forma corta en el tiempo y sin calibrar cuáles pueden ser las consecuencias a largo tiempo”, indica. En esta exposición a innumerables cosas “indeseables”, López de Munain pone el acento en la “cantidad de antibióticos que utilizan las industrias cárnicas y que los ingerimos con las carnes”.
Está demostrado que el ambiente “interacciona” en los genes. Sobre los genes “se acumulan una serie de cambios que son adquiridos y estos también se puede transmitir”. Además, la exposición a determinados factores de riesgo “se puede producir en etapas muy precoces”. Por ello, el experto asegura que “muchos de los elementos para prevenir las enfermedades neurodegenerativas deben estar presentes en las primeras etapas de la vida. Los objetivos en prevención deben ser mucho más precoces: deben comenzar en las etapas infantiles”, expone.
Un factor específico que puede afectar al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas es el del sueño, que se “interpreta como un fenómeno activo (no es un fenómeno pasivo de desconectar) que utiliza el cerebro para solidificar los procesos de memoria”. “Probablemente si no tenemos un sueño adecuado la memoria va a resentirse. Además, hay determinadas enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson en las que uno de sus síntomas precoces es la desarticulación de los ciclos del sueño.”, señala. A la vista de esta circunstancia, el neurólogo afirma que “hay un campo importante para analizar sobre el papel que tiene el sueño en el desarrollo inicial de los trastornos neurodegenerativos”.
También entra en juego “el factor evolutivo de los mayores”. En este sentido López de Munain constata que “no es nada infrecuente que personas que han estado cognitivamente intactas en el momento en el que enviudan empiecen a sufrir los trastornos neurodegenerativos, que seguramente estaban presentes pero que se hacen evidentes en el momento en el que la persona baja un poco su nivel afectivo”.
López de Munain incide especialmente en el papel que juega la educación a tenor de que “todos los estudios” determinan que “el número de años de educación tiene una correlación inversa con el riesgo de deterioro”. Esto, como precisa, “no quiere decir que una persona con 20 años de nivel educativo está protegido para la enfermedad del Alzheimer, pero hay un concepto, el de la reserva cognitiva, que generalmente le permite soportar durante más tiempo el acoso o avance de una enfermedad neurodegenerativa”. O lo que es lo mismo: “más educación significa disminuir el riesgo de Alzheimer”.
Una de las preguntas “importantes” es si el envejecimiento “se hace o se nace”. No hay datos “contundentes”, si bien “parece que la longevidad no tiene una estructura genética muy diferente al de la población general, aunque sí es cierto que cuando en una familia hay longevos hay más posibilidades de que haya longevos”. El peso de la genética en la longevidad “no va más allá del 30% y el resto tiene que ver con un componente de los estilos de vida, fundamentalmente dos que han demostrado mayor impacto en la longevidad: el tipo de dieta y el ejercicio físico”.
Una buena dieta y el deporte pueden retrasar el envejecimiento y, en consecuencia, pueden hacer que la neurodegeneración no se exprese clínicamente”. Y para demorar el envejecimiento, hoy por hoy, como indica López de Munain, “los únicos factores que han demostrado intervenir son el ejercicio y la alimentación”. En todo caso, aunque no se haya demostrado en “estudios formales”, asegura que “estamos absolutamente seguros de que el estrés psíquico, psicológico, social, económico y climático también va a influir en la neurodegeneración”.
Otro de los “grandes problemas” actuales es la alimentación industrial. “El problema es que las verduras no están a mano y son más caras. Y esto es una cuestión política. No hay ninguna razón por lo que una manzana deba costar más que un donuts o una hamburguesa”, asevera. La dieta mediterránea se presenta como la solución, pero López de Munain aclara que se trata de discernir “qué es dieta mediterránea”, ya que “no es sólo comer esos productos, sino también una adecuada preparación de esos alimentos, sin estar excesivamente cocinados, y una adecuada cantidad”.
El neurólogo no se muestra optimista con respecto al tema de la alimentación, ya que salvo el caso de algunas “élites informadas”, el consumo mundial de grasas saturadas “va increscendo porque se está priorizando el acceso a este tipo de comida, que es más barata”. En esta cuestión, según recalca, juega un papel trascendental la escuela. “Lo primero es enseñar a los niños a comer, que aprendan a distinguir qué alimentos conviene y cuáles no e incluso que aprendan a cocinar sus alimentos para que el día de mañana sean más libres”. En este sentido, considera que hay una etapa “no muy densa” desde el punto de vista académico que “prácticamente dura hasta la ESO”, donde los contenidos académicos son “escasos”, que se “debería aprovechar para este tipo de cosas”. “Hay que insistir mucho más en el tema de la alimentación en la escuela y en las propias familias. Los niños que no aprenden a comer bien van a tener toda su vida un problema. La memoria gastronómica de un niño lo acompaña toda su vida. Es muy difícil que alguien haga una dieta que no introdujo en un momento determinado”, enfatiza.
Cada vez hay “más datos” sobre cómo se propaga la neurodegeneración, lo que le lleva a López de Munain a pensar que “los tratamientos que podamos disponer en el futuro igual no pueden evitar la neurodegeneración pero sí la evolución o la transmisión de la neurodegeneración a las proteínas vecinas”. De este modo, opina que en los próximos años se deberá “intentar integrar los aspectos de la biología de las enfermedades con la biología del envejecimiento”. “La neurodegeneración está presente a veces desde los 50-60 años pero sólo cuando los mecanismos de envejecimiento están activos es cuando se empiezan a manifestar los síntomas. La neurodegeneración es una consecuencia del desequilibrio. Cuando nuestros mecanismos de neurodegereración están presentes y también los del envejecimiento ya no tenemos posibilidad de compensar esta neurodegeneración. Mientras tenemos posibilidad de compensarlo somos capaces de convivir con determinadas enfermedades”, manifiesta.