“La persona responsable del suicidio es el propio suicida. La familia puede tener una responsabilidad en cuanto al cuidado y tratamiento, pero nunca sobre el resultado”
“Las ideas de suicidio son muy corrientes en la población. Muchos estudios demuestran que altos índices de adolescentes dicen haber pensado alguna vez en la idea del suicidio”. Así comenzó su intervención José Manuel Martínez, Psicoterapeuta Integrativo y Docente, en los Cursos de Verano con la ponencia “La intervención en las conductas suicidas” en la sede del Palacio de Miramar, en San Sebastián.
El principal mensaje que quiso transmitir es que a pesar de ser un tema complicado, se puede trabajar y tratar. Para ello, lo primero que hay que hacer es una evaluación del paciente. Las escalas son poco productivas, por lo que ahora se evalúan necesidades en vez de factores de riesgo. Las más importantes son las necesidades de desesperanza y el grado de planificación que tiene el paciente acerca de la muerte, ideas suicidas, intentos de suicidio previos y la historia de suicidio en la familia. Siendo esto último de vital importancia ya que este tipo de pacientes tiene un riesgo del 120% más alto que el del resto. Además, las ideas de suicidio se pueden presentar de diversos modos tales como: obsesiones, compulsiones, fobias de impulsión o en el contexto de un estado crepuscular; por lo que hay que examinar las distintas posibilidades.
José Manuel Martínez dijo que había que entender al paciente, por tanto había que hacerse una serie de preguntas cómo: ¿Por qué esta persona quiere matarse?, ¿qué desencadena el proceso? o ¿cómo la situación de pérdida del ser querido se convierte en una experiencia reforzante de sus creencias y decisiones previas? Contó que junto a la doctora Blanca Fernández realizó una investigación acerca de la psicodinamia en los intentos de suicidio donde examinaron las necesidades y lo que deseaban estos pacientes por medio del suicidio.
Por un lado buscan impactar y definirse. El daño autoinfligido busca evocar la compasión, el perdón, o el amor mediante el autocastigo y el impacto en el otro de la relación. También, el sujeto aspira a expresar rabia castigándose a la vez. José Manuel Martínez advierte que ha de preverse que esta necesidad de impacto se reviva durante el proceso terapéutico para que así el paciente sepa qué es lo que quiere decir, que se de cuenta del significado de lo que quiere decir, y que sea capaz de decirlo de otra manera. De esta forma hay que ayudar al paciente a comunicarse mejor y más directamente. A medio plazo el paciente se beneficia de un trabajo de reelaboración de las decisiones y creencias sobre sí mismo y la vida.
Por otro lado, en esta dinámica el intento de suicidio está motivado por una necesidad de validación y aceptación. Estas personas quieren desesperadamente reparar la relación perdida con un ser idealizado, recuperando la validación o aceptación de su persona, y evitando experimentar una depresión por abandono. Además el núcleo interno de la persona experimenta una vivencia interna de desesperación, donde hay algo valioso en la vida que no pueden conseguir. Necesitan a este otro para reafirmar la definición de la propia identidad y donde reconoce sus propios valores.
Por último buscan la psicodinamia del nihilismo y la desesperanza. La persona experimenta que no necesita ser amada, una parte del paciente está inmersa desde hace años en un vacío existencial y esta parte experimenta una profunda desesperanza. Aludió a la psicoanalista Melanie Klein para explicar el desapego interpersonal que sienten estas personas. “Mientras que estar con los demás implica una pérdida de sí, estar consigo mismo aislado implica una pérdida de los otros”.
El Dr. Martínez hacía una distinción en tipos de suicidio. Existe el suicidio para descansar, donde predomina un deseo de reunirse con lo inanimado, la rendición de la propia vida y vitalidad, y el cansancio de los propios procesos fisiológicos que no están investidos con la ilusión ni placer. Por otra parte, existe el suicidio nihilista y frío donde se da un aplanamiento afectivo muy profundo que abarca sus relaciones y sus intereses. No solo se produce un aislamiento emocional, sino también social donde se evitan y rechazan las relaciones.
Para tratar este segundo tipo hay que responder a la necesidad de seguridad interna y confort que sienten debido a su caos interno. También hay que hacer una reconstrucción de un sistema de apego seguro mediante intervenciones respetuosas y protectoras. Pero sobre todo, ayudar a establecer contacto con su propia fisiología mediante trabajo corporal y medidas ambientales. José Manuel Martínez hace alusión a casos reales de pacientes que gracias a este contacto con su fisiología no se suicidó “un paciente era consciente de lo importante que era sentir calor y estar cómodo físicamente para controlar sus ideas de suicidio”, otro que recordaba “las veces que oyó ladrar a su perro y le frenó para no suicidarse”.
José Manuel Martínez apuntó a que lo que impulsaba a las personas a suicidarse eran tanto las pérdidas reales, por ejemplo el fallecimiento de un familiar, cómo las imaginarias, por ejemplo las fantasías de abandono por fracasos y ofensas o por el temor a perder la imagen pública o el prestigio. Este tipo de fantasias distorsionan la realidad y hay veces que existen desde la infancia. Es muy importante que el paciente hable de ellas, ya que contienen un potencial de reparación relacional.
“La protección toma precedencia sobre cualquier otra cosa” dijo José Manuel Martínez. La Red Social de Apoyo sirve para ayudar a las personas en momentos de emergencia y donde encontrar protección cuando vienen las ideas suicidas. La hospitalización cuando se dan psicosis, depresiones y una capacidad de juicio disminuida entre otras cosas. Un contrato de no suicidio, para abordar la necesidad de control social de las conductas autodestructivas, el paciente pacta con el profesional que no se suicidara a cambio de atención y a que le escuchen. Por último existen las sesiones diarias ya que algunos pacientes se niegan a estar hospitalizados, estos pacientes suelen ser personas seriamente suicidas y con presencia de deterioro en los procesos cognitivos.
La ponencia se clausuró con abundantes preguntas acerca de cómo ayudar a personas que se encuentran en riesgo de suicidio o cómo quedan los familiares tras haber experimentado un acontecimiento de alguien cercano. El Doctor José Manuel Martínez finalizó la ronda de preguntas con la siguiente afirmación “La persona responsable del suicidio es el propio suicida. La familia puede tener una responsabilidad en cuanto al cuidado y tratamiento, pero nunca sobre el resultado”.